Una pizca de crítica… y casi agarra fuego el cañal

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11 December 2018

PUESIESQUE… la semana pasada, con el artículo de esta columna (Necesidad de mirada crítica sobre la jurisprudencia) sucedió que, como me enseñó un amigo y compañero de luchas ciudadanas, “agarró fuego el cañal”… me escribieron para decirme, entre otras cositas, que mis artículos son “un poco bayunquitos y poco profesionales” y, en esencia, para exigirme que deje de “acusar” a los magistrados que integraron la Sala de lo Constitucional en el período 2009-2018.

Como respondí a quienes ocuparon su valioso tiempo en escribirme, después de agradecer los calificativos, esa clase de reclamo no provocará ningún cambio en el estilo, talante y ánimo de este servidor, simple y llanamente porque la crítica objetiva y fundada no es, de ninguna forma, acusación o ataque personal.

Dejando de lado lo personal y anecdótico, que en realidad carece de importancia, ese suceso me hizo recordar, en el contexto de los procesos de elección de segundo grado por la Asamblea Legislativa y la campaña presidencial, que en el país persiste, en general pero sobre todo en funcionarios y exfuncionarios públicos, una hipersensibilidad frente a la crítica —a veces, al grado de extrema susceptibilidad— por lo que ante tal fenómeno, lo que toca es insistir, ampliar y profundizar el ejercicio de la libertad de expresión.

En efecto, ahora que la libertad de expresión ya no se ejerce mayoritariamente como aparece en la famosa ilustración de Norman Rockwell, “La libertad de expresión” (publicada en 1943, parte de la colección “Las cuatro libertades”), sino que existen herramientas tecnológicas —redes sociales, blogs, sitios web, etc.— que expanden a la enésima potencia nuestras posibilidades de expresarnos, pues debemos aprovecharlas (¡mañana abro cuenta en Twitter, WeChat, Instagram, Tumblr y Snapchat!).

Y es que solo a partir de la discrepancia y el debate es viable construir una democracia dialogante: la democracia no es la ausencia de diferencias, sino la posibilidad de un consenso a través del diálogo y el debate público. Así, es inevitable que al expresar nuestra opinión se provoque, en ocasiones, que alguien se sienta incómodo o molesto, pero los límites a nuestra libertad de opinar —sobre todo cuando se trata de pronunciarnos sobre el proceder de entes públicos— están determinados por la verdad, el respeto y la ausencia de daño intencional, no por las susceptibilidades de los otros. Por ello, la ironía, el sarcasmo, la parodia y hasta la bayuncada están protegidos por la libertad de expresión.

Por supuesto, ante el ejercicio de la libertad de expresión son condenables —ética y jurídicamente— la mentira, la calumnia, la difamación, el insulto y la incitación al odio, pero debe evitarse incurrir en la autocensura por corrección política o por temor a la discrepancia frente a opinión generalizada.

Soy conocedor de que para algunas personas, la integración de la Sala de lo Constitucional en el período 2009-2018 fue algo así como el sancta santorum del Derecho Constitucional; pero, sin desmerecer la capacidad, la valentía y la independencia de esos magistrados, el pensamiento crítico impone, desde la inevitable subjetividad de todo análisis, que se examine, sobre la base de datos objetivos y contrastables, la calidad de sus sentencias: es indispensable someter a escrutinio la jurisprudencia constitucional, sobre todo con el objetivo de mejora.

Así que NOSEACABUCHE… se trata de estudiar productos jurídicos —resoluciones, sentencias— y debemos hacerlo no únicamente los abogados, sino todos los ciudadanos... no es bueno dejar la justicia exclusivamente en manos de abogados.

P.D.: Ya que insisten… la primera de la playlist es esa canción venezolana “El Brujo”, que ve “clarito” como son los candidatos… ¡vuela Satanás! …jaja!

Abogado constitucionalista