Carta al padre Antonio Rodríguez

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06 marzo 2013

Estimado padre:

Primero quiero expresarle que comparto su dolor por la muerte de su colaborador Geovani, quien fue cruelmente abatido de balazos en la entrada de la oficina que durante años ustedes han compartido. De propia experiencia durante la guerra sé cómo uno se siente cuando un amigo es asesinado.

Es por esto que estoy tan convencido que cada una de las muertes violentas que todavía enlutan a nuestro país, es un argumento más para frenar la escalada de violencia y resolver el problema de raíz. No logro entender cómo usted, quien incluso mucho antes que yo abogaba por buscar el diálogo con los pandilleros para desarmar la espiral de la muerte, ahora que este diálogo se está realizando y tiene frutos positivos, se ha convertido en enemigo declarado de este proceso y sus protagonistas.

El dolor que usted siente por la muerte de su amigo no justifica la locura irresponsable e injusta de culpar de este crimen precisamente a los dos hombres que más han luchado y trabajado para parar la matanza: Fabio Colindres y Raul Mijango. Me pregunto: ¿Qué grado de odio (¿o envidia?) tiene que haberse apoderado de un cura para que en público culpe a monseñor Colindres de la muerte de su colaborador? Y de un sólo de cualquier cosa que le puede pasar a usted...

Yo no conocí a Geovani. No sé si fue pandilleros 'rehabilitado' o activo. Ni siquiera entiendo su concepto de 'rehabilitado', padre. ¿Es rehabilitado sólo el que se vuelve panadero o empleado de una parroquia? ¿O es rehabilitado también quien desde la cárcel o desde su posición en la clica de un barrio colabora diariamente para que haya menos muertos? Para usted, ¿es condición para rehabilitarse que alguien renuncie a la pandilla, o podemos concebir también que otros quieren rehabilitarse tratando de transformar su pandilla, desde adentro, para que abandone la delincuencia y la violencia? ¿Y quién es usted, padre, para juzgar a todos que tratan de hacer esto y acusarlos de promover una 'paz mafiosa'? Entiendo que usted es un siervo, un servidor de Dios, pero no es Dios para salvar unos y otros condenarlos.

Yo no sé quiénes mataron a Geovani y por qué. Espero que les caiga la ley con todo su peso. Hay que condenar a los que cometieron este crimen, pero no a la otra víctima de este crimen: el proceso de paz que está en camino y que tiene amigos y enemigos; tiene quienes lo promovemos y quienes lo quieren obstaculizar, por ejemplo con un par de balazos a un ex-pandillero...

No sé cómo se llama esto en su oficio, padre, me imagino que humildad. Yo lo llamo autocrítica, lo que hace falta a usted.

Saludos,

Paolo Lüers