Exdiputada nicaragüense: "Lo que en Nicaragua estamos viviendo en carne propia es una dictadura"

Pese a que el gobierno de El Salvador ha apoyado a Daniel Ortega y su régimen en Nicaragua, esta exdiputada de oposición considera que es cada vez más obvio el carácter represivo y sangriento del gobierno nicaragüense.

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Edipcia Dubón, exdiputada nicaragüense.

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26 October 2018

Casi doscientos días después del inicio de la crisis política en Nicaragua, El Diario de Hoy conversó con Edipcia Dubón, exdiputada y activista de derechos humanos en este país centroamericano, sobre el comportamiento de Daniel Ortega y el futuro que le espera a su país.

Dubón, quien fue ponente del College Freedom Forum celebrado en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, discutió la dictadura de su país, las numerosas violaciones a los derechos humanos y la resistencia que se ejerce desde las calles en todo el país. Esto es lo que conversamos:

Si uno tomara una fotografía política de la Nicaragua actual, ¿qué vería?

Drama de familias nicaragüenses por asesinatos, detenciones arbitrarias, exilio, madres llorando en las puertas de las cárceles de Nicaragua para saber cuál es la situación de sus hijos, centenares de jóvenes luchando por justicia, libertad, democracia. Esto y un dinosaurio aferrado al poder.

¿Podemos hablar de una dictadura en Nicaragua sin temor a equivocarnos?

Yo creo que sí, porque de qué otra forma se llama un régimen que asesina a más de 500 personas, que detiene arbitrariamente a más de mil personas, encarcela a 500 de las cuales 200 tienen procesos judiciales abierto y el resto está en condición de secuestro, utiliza el aparato judicial para reprimir abiertamente, inhibe la posibilidad de la protesta ciudadana, persigue al liderazgo político, religioso y civil y no está dispuesto a negociar o dialogar. Yo le llamo dictadura.

¿Desde cuándo es una dictadura?

Esto se gestó paulatinamente. Ortega anuló primero el estado de derecho, desmanteló los pilares de la democracia, burló la voluntad popular mediante fraudes electorales, destituyó a representantes electos, vulneró derechos y libertades ciudadanas, incluyendo el derecho a la vida desde 2008, ilegalizó organizaciones políticas y civiles, anuló la independencia de los poderes y subordinó las fuerzas armadas y policiales a su voluntad. Esto fue un proceso de vaciamiento de la democracia a la vista de los nicaragüenses y con la complicidad del sector empresarial, en un contubernio para asegurar riqueza.

Pero hubo una ruptura por la decisión de Ortega de imponer una reforma a la seguridad social que atentaba contra los intereses de los nicaragüenses y esto generó la explosión de los jóvenes y las familias el 18 de abril. Pero es una acumulación de agravios políticos, económicos y sociales lo que hace que estalle esta crisis.

Van más de 190 días de crisis, más de 500 muertos y mucho caos sin cambios. ¿Qué puede detener a Ortega?

Nosotros vemos el vaso medio lleno, pues veníamos en un proceso de denuncia de cómo se venía gestando este modelo dictatorial y dinástico y todos nos miraban como locos. Hoy, Ortega está desprestigiado ante la comunidad internacional y desnudo ante el mundo tras los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de los informes de Naciones Unidas donde se señala con claridad todos los crímenes que han cometido.

Eso para nosotros es un paso adelante, que el Consejo de Seguridad de la ONU haya discutido la situación de Nicaragua en su agenda recientemente, que la Organización de Estados Americanos esté al borde de aplicar la Carta Democrática, que Estados Unidos esté presionando por aplicar sanciones a la familia de Ortega. Estos elementos aportan a la posibilidad de una salida de este régimen, no sabemos cuándo pero sabemos que es posible. Además, los nicaragüenses hemos ganado en dignidad, en coraje, en valentía, en amor a la patria. Hoy cualquier nicaragüense en todo el mundo se ha integrado en un solo grupo por la defensa de las libertades y nuestro sueño de rescatar nuestro presente y nuestro futuro.

Esto es parte de lo que consideramos un triunfo y pensamos que la historia ha demostrado cómo terminan estos dictadores y sabemos que tarde o temprano Ortega se va a ir.

Hay presión internacional, pero quedan gobiernos que defienden al régimen, como el de El Salvador, y unos que financian su deuda, como lo hizo Taiwán. ¿Qué opinión te merece esto?

Hay países que tienen contubernios con el régimen de Ortega, como El Salvador, pues son parte de los beneficiarios de la cooperación petrolera venezolana, son parte de los que han acuerpado al régimen de Nicolás Maduro y ahora acuerpan a Ortega.

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No nos sorprende, no contamos con ellos ni pensamos que esos gobiernos pueden representar la voz de su pueblo. Yo no creo que los salvadoreños estén a favor de la represión en Nicaragua. Al contrario, sabemos que contamos con la solidaridad del pueblo salvadoreño. Y tampoco me sorprende la actitud de Taiwán porque sabemos que es capaz de dar cualquier cosa por tener reconocimiento diplomático. Pero los nicaragüenses sabemos que contamos con el respaldo de los gobiernos democráticos y estamos determinados a ser factores de cambio de nuestro destino.

¿Cómo está la calle en este momento? ¿Siguen motivados quienes protestan?

En estos seis meses, los nicaragüenses siguen en la calle, no hay un día sin protestas. Ahora hay maneras imaginativas, como los globos azules y blancos. Salen a marchar y en las carreteras dejan globos y ves a la policía desinflándolos. O las protestas en redes sociales pintándose los labios con la etiqueta “Somos pico rojo”. Esto surgió cuando apresaron a un número importante de mujeres y cuando la policía las estaba increpando sobre sus organizaciones, ellas respondieron que eran de la Asociación del Pico Rojo. Esto conmovió a los nicaragüenses y hay una campaña de solidaridad donde hombres y mujeres se pintan y ponen esa etiqueta en honor a los presos políticos.

Los nicaragüenses estamos movilizados en todos los espacios.

En este periodo de protestas, ¿qué violaciones a derechos humanos ha cometido el gobierno?

Estamos hablando de crímenes de lesa humanidad, Ortega ha utilizado al Estado para asesinar, ha detenido arbitrariamente a cerca de 400 presos políticos, la mitad de estos prácticamente secuestrado y estamos hablando de más de 30 mil exiliados a Costa Rica. Se han cometido desapariciones y no se puede registrar cuántos son, hay  tortura y hay censura a los medios de comunicación. Hay amenaza y persecución, como la que estamos viendo contra la iglesia Católica y el arzobispo de Managua, monseñor Silvio Báez. Estos crímenes no prescriben y tarde o temprano tendrán que rendir cuentas.

¿Qué base le queda a Ortega?

Ortega se ha quedado solo en esta cantidad de crímenes y violaciones que ha cometido. El sector privado, señaló que se equivocaron y se disponían a acompañar a la alianza cívica para la democracia en Nicaragua.

La Iglesia Católica ha sido un factor clave para el avance de este proceso de articulación, asumiendo riesgos no solo desde los atrios sino desde la calle. Hemos visto a obispos, con todo y sus atuendos, se han movilizado al territorio donde están los paramilitares para establecer la paz.

¿Cuál es la salida a la que aspiran los nicaragüenses?

La salida tiene que ser pacífica y cívica y que se creen las condiciones para unas elecciones anticipadas, justas, libres, observadas. Además, que se creen condiciones para establecer justicia, verdad y resarcimiento para las víctimas de este régimen criminal.

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¿Dónde miran a Ortega tras la transición? ¿Será posible juzgarlo?

En la cárcel. Esa la discusión que los nicaragüenses debemos tener. Hay que viabilizar un futuro democrático para Nicaragua y esto requiere negociación, pero no sé si se puede hablar de amnistía o impunidad. Tiene que haber una forma en la que rindan cuenta, pero no debemos seguir secuestrados por este régimen.

Se dice en la calle que “Ortega y Somoza son la misma cosa”. ¿En qué se diferencia el contexto del país a los días previos a la revolución de 1979?

Así dicen, aunque este régimen ha sido más criminal que el de Somoza. La gran diferencia es que ahora no hay una guerrilla armada al frente de las protestas, sino que han sido ciudadanos autoconvocados que decidieron enfrentar al poder y demandar su derecho a justicia por vía pacífica.

¿Dónde se sitúa hoy el movimiento histórico sandinista?

Hoy, dirigentes históricos del Frente Sandinista están encarcelados como Carlos Brenes o Tomás Maldonado. Personalidades que acompañaron la lucha contra Somoza y enfrentaron el régimen, hoy son sujetos de represión. Ortega está solo y se acompaña de aquellos a los que les puede pagar.

A la revolución del 79 se le ha llamado “la de los poetas”. ¿Qué historia se va a contar de la Nicaragua de 2018?

Esta es, por primera vez, una revolución pacífica que esperamos que concluya de esa manera y podamos tener el inicio de un proceso de transición verdaderamente democrático.

En la recomposición del país, ¿qué prioridades hay?

La prioridad uno es la recuperación de los recursos que han sido apropiados de manera ilegal por quienes estuvieron alrededor de Ortega. Va a ser urgente el tema económico porque se nos hereda una economía colapsada. También hay que gestionar fondos de cooperación para educación y salud. Finalmente, enfrentar la deuda que Ortega nos está heredando.