Niña de dos años asesinada junto a sus padres en Cacaopera

En el caso de la niña, también sus padres fueron asesinados y luego enterrados en el cantón El Junquillo, en Cacaopera, Morazán.

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Por Jorge Beltrán

04 May 2018

Desde 1981, cuando en el cantón El Junquillo, de Cacaopera, un grupo de militares cometió una masacre en el contexto del conflicto armado, no se había vuelto a escuchar de asesinatos en ese lugar de pocas viviendas y de muchos potreros, enquistados en la serranía del norte del departamento de Morazán.

Ha sido hasta este año que los asesinatos han vuelto a golpear a los habitantes de ese lugar. Y, ahora, la muerte ha retornado a ese lugar pisando fuerte, al parecer, de la mano de un grupo de pandilleros de la Mara Salvatrucha (MS-13), según fuentes policiales.

Una de las víctimas ha sido una niña de dos años, hija de una ama de casa y de un vendedor de minutas.

De su asesinato nada se dijo, a pesar de que el cadáver de la menor fue encontrado el sábado 21 de abril.

 

El silencio sobre el asesinato de Sandra Yanira A.L. fue tal que ni los policías destacados en Cacaopera quisieron dar información acerca del caso a periodistas de este medio que el viernes 27 llegaron a preguntar por el crimen… Un triple crimen. Una masacre.

No se sabe por qué los policías dijeron que poco sabían sobre dos adultos y una bebé desaparecida. Dijeron que no estaban seguros del sitio donde habían encontrado el cadáver de la niña, y menos del lugar de donde habían desaparecido.

Pero es posible que hayan negado tal información por vergüenza. Sí, por vergüenza, porque la vivienda (un mesón o cuartería) donde mataron a los padres de Sandra Yanira (y posiblemente a ella también) está justo atrás de la casa que habitan los policías. Entre ambas edificaciones no hay más de 25 metros de distancia en línea recta. Entre las dos casas solo hay de por medio una calle adoquinada.

Pero los policías no se enteraron que atrás de sus dormitorios, la noche entre el lunes 9 y el martes 10 de abril, un grupo de pandilleros asaltó el cuarto donde vivían José Magdaleno Aparicio Guevara, de 60 años, y Sandra Maritza Luna Bonilla, de 42.

Fue hasta el jueves 12, en la mañana, que un familiar de ambos fue al mesón a visitarlos, extrañada porque no se habían comunicado por teléfono ni la habían llegado a visitar; cualquiera de las dos rutinas hacía Sandra Maritza.

Cuando ese pariente llegó al mesón, encontró al dueño del inmueble, quien a la vez es abuelo del principal sospechoso, y la respuesta que le dio al preguntarle por la pareja, fue: Quizá andaban paseando.

Pero el visitante vio que en el patio de la habitación había ropa de sus parientes, tendida al sol. Además, vio que había manchas de sangre y también casquillos de arma de fuego. Al observar con más minuciosidad, observó que debajo de un montón de olotes había más manchas de sangre y abundantes moscas.

Casquillos eran varios. El familiar también vio que había cabello y una prótesis (placa) dental de Sandra Maritza, así como una pacha con leche para la niña que estaba en una silla.

Eso lo motivó a ir a dar aviso a los policías, quienes rompieron la puerta para ingresar a la habitación donde hallaron manchas de sangre y en completo desorden, como si los asesinos hubiesen buscado algo.