Familias de mujeres asesinadas en San Luis Talpa acechadas por la pobreza

Cinco mujeres fueron asesinadas entre enero y febrero en ese municipio de La Paz. Cuatro eran vendedoras y mantenían solas a sus parientes. Los crímenes aún no han sido esclarecidos.

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Por Diana Escalante

16 April 2018

“Los diablos andan sueltos”, dice acongojada Gregoria Argueta mientras se seca las lágrimas con una mano, y con la otra recoge del piso un libro donde se lee: Nuevo Testamento. “Era de la Adelita”, susurra cuando lo limpia con el delantal.

“La tarde que la mataron venía del culto. Era evangélica. Ahí está el Señor que diga que mi hija y mi nieta no se metían con nadie”, señala la anciana, de 85 años. Simultáneamente, remueve con los pies algunos juguetes que dejaron regados sus bisnietos, con quienes vivió hasta hace dos meses.

Después, se dirige al fondo del terreno desde donde se observa bien la condición de pobreza en la que vivía su numerosa familia y que ahora ella tiene que enfrentar sola.

Algunos conocidos le regalan comida o dinero, pero el miedo nadie se lo quita. Cada noche pide posada para dormir acompañada.

Una hija de Gregoria, sus cuatro nietas e igual número de bisnietos residían en champas que armaron hace dos años en un terreno de la alcaldía de San Luis Talpa, La Paz. A unos 10 metros, separados por un cerco de alambre de púas, está su vivienda.

Fue ese tramo el que recorrió uno de los niños, a las 6:00 p.m. del 16 de febrero pasado, para decirle con un grito desesperado: “¡Mamita, mamita, mataron a mi mamá Adela y a mi mamá Delmy!”.

La anciana sintió una especie de puñalada en el pecho, porque escuchó los disparos pero no pensó que fueran contra sus parientes.

Cuando llegó en busca de Adela, la menor de sus 10 hijos, la halló muerta cerca de la cocina. A pocos pasos estaba el cadáver de su nieta mayor, Delmy, madre de tres niños.

“Las caritas no se les conocían porque los hombres encapuchados ahí les dispararon… Adela tenía en la mano los dos chimbolitos que iba a freír para la cena”, cuenta la señora.

Varias pertenencias de Adela y Delmy quedaron regadas en la casa cuando sus parientes trataron de huir. Foto/Óscar Iraheta

Seguidilla de feminicidios

Las parientes de Gregoria, quienes tenían 50 y 26 años, eran las que sostenían económicamente a su familia. Vendían cocos y semillas de marañón en una ramada a un costado de la carretera al Aeropuerto Internacional El Salvador Monseñor Romero.

 

Ambas fueron asesinadas 12 horas después de que Ana Isabel Centeno Pineda, de 33 años, también muriera de forma violenta en la calle a la playa La Zunganera, siempre de San Luis Talpa. A los tres días, Sonia Miranda Villalobos, de 50, fue ultimada en la lotificación Las Brisas, de la misma localidad.

Centeno, al igual que Delmy, dejó a tres niños en la orfandad. Los sostenía con el dinero que ganaba lavando ropa ajena y vendiendo objetos reciclables. Miranda vendía comida cerca de la terminal aérea.

A dos meses de estos asesinatos -que dejaron moral y económicamente destruidas a las cuatro familias- las autoridades no han revelado información que permita esclarecer los hechos y saber si estaban relacionados.

La noche en que Adela y Delmy fueron asesinadas, sus parientes huyeron y dejaron dos perros. Mientras Gregoria ve encadenados a un palo a los perros cuenta que su vida ha estado atada a la violencia. Foto/Óscar Iraheta

Para quienes conocían a las víctimas, el no saber quiénes o porqué les quitaron la vida les provoca zozobra, pues temen que haya más ataques. La angustia crece porque ya hubo otras muertes similares en el municipio.

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A mediados de enero, una mujer fue ultimada en el cantón Tecualuya. En marzo de 2017, María López, de 50 años, y su nieta Mónica Portillo, de 19, fueron asesinadas en la colonia San Luis.

Un mes después, una vendedora de la Plaza de los Cocos fue asesinada desde un carro. A los 25 días, su colega Carmen Ponce Flores, de 57 años, fue acribillada en el negocio que tenía cerca de donde vendían Adela y Delmy.

“Nos han matado a cinco compañeras, no sabemos si fueron pandilleros u otra gente. A ninguna fuimos a despedir por miedo a que anduvieran ahí los asesinos”, dice una comerciante de cocos y golosinas.

Vidas golpeadas por la violencia

La noche en que Adela y Delmy fueron asesinadas, sus parientes huyeron y dejaron dos perros. Mientras Gregoria ve encadenados a un palo a los animales cuenta que su vida ha estado atada a la violencia, pues ya le arrebató a seis hijos. Tres viven y sobre el otro desvaría y no consigue explicar el fin que tuvo.

Solo cuenta que dos eran soldados. Cuando mataron al primero, el otro se salió del Ejército y halló trabajo como vigilante. Fue asesinado. Otra hija murió arrollada pero no por accidente, sino que una mujer con la que se disputaban a un hombre mandó a matarla.

Entre 2017 y lo que queda del año, San Luis Talpa ha registrado varios asesinatos de mujeres y transexuales. Foto/Óscar Iraheta

La familia de Adela y Delmy tenía algo más en común con la de Ana Isabel, la joven asesinada antes que ellas: también había sido golpeada por la violencia. Hace tres años, un hermano desapareció mientras hacía viajes en un pick up. Dos años después, a otro lo mató un policía en un hecho confuso.

“Es duro sentirse huérfano, quien no sabe de estas cosas no sabe nada”, dice llorando Gregoria.