José Enrique Argumedo: “Lo mejor es que estén jueces imparciales en la judicatura”

El académico y exmagistrado destaca los avances del país en cultura constitucional

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Por Guillermo Miranda Cuestas

15 December 2017

 

¿Tenemos un buen proceso de elección de magistrados?

Aquí hay que ser honestos. En el pasado, sin todos esos filtros que se quieren poner, a la Corte llegó gente de alta calidad; filósofos como Julio Fausto Fernández o Mauricio Guzmán. Solo que en aquel momento no existía todavía una cultura jurídica constitucional, entonces ellos conocían de casaciones penales o civiles. Después se crea la Sala de lo Contencioso Administrativo y comienza la gente a medio entender la cuestión administrativa.

Si nos vamos a las constitucionalidades que había, la primera década se presentaron como cinco inconstitucionalidades, poquísimas. De manera que a los magistrados anteriores no se les exigió tanto precisamente porque la población no presentaba casos como los de ahora, como cuestionar procesos eleccionarios o elecciones indirectas de segundo grado; no se les puso a prueba en esos temas porque lo tradicional eran las cuestiones civiles y penales, que era lo tradicional del derecho en aquel momento.

¿Cómo es que la justicia constitucional cobra entonces relevancia?

Quien fuera magistrado de la Sala de lo Constitucional de Costa Rica, Rodolfo Piza Escalante, que es un destacado constitucionalista, dijo “la Sala Cuarta (que así le dicen allá) hizo que los abogados sacaran la Constitución y que sacaran de sus gavetas y pusieran encima de sus escritorios los libros de derecho, porque pusimos la Constitución en el centro del debate”.

Eso que pasó en Costa Rica, poco a poco se ha ido tomando en El Salvador. Poco a poco, desde el 94, las personas fueron dándose cuenta que podían acudir a la casa a pedir que se garantizaran sus derechos y encontraron respuesta, cada vez más, hasta llegar a lo que está sucediendo.

¿Y qué es eso que está sucediendo?

La Constitución dice que los ciudadanos estamos obligados a cumplir y a hacer que se cumpla la Constitución. Antes lo que la persona hacía era hablar, “eso no sirve”, decían; pero de repente, se fueron dando cuenta que podían plantear amparos e inconstitucionalidades y que podía resultarles favorables. Ahora la ciudadanía tiene conciencia de que puede reclamar sus derechos. Ya tenemos esa cultura jurídica constitucional.

En ese contexto, ¿cuál es el tipo de juez que necesita El Salvador?

Independiente. Esto los políticos no lo deberían ver mal, ¡si a ellos les conviene! Al partido A no le puede gustar que la mayoría de jueces sean del partido B y viceversa. ¿Qué es lo mejor? ¿Que se repartan en partes iguales? No. Lo mejor es que no vayan personas con orientación política definida fanática. Una ideología todos la tenemos en mayor o menor grado, pero no todos estamos ligados a los mandatos de un partido. Para conveniencia de todos, lo mejor es que en la judicatura estén jueces imparciales.

Ojalá las cúpulas capten esto. Si las cúpulas de los partidos toman conciencia que lo mejor es una Corte imparcial, no solo en lo constitucional sino también en lo penal, civil, y contencioso administrativo, eso es lo mejor para El Salvador. De lo contrario, vamos a llegar a situaciones... ¡como la de Honduras! O como lo de Venezuela, que ya se sabe el resultado. Lo importante es tener una Corte de la que no se sepa en definitiva el resultado final.

¿Cuál es el rol de las universidades?

Algunos se preguntan quién controla al tribunal constitucional. Yo uso la respuesta de Miguel Carbonel, un constitucionalista mexicano: la academia. Cuando dije esto en una reunión, uno de los asistentes dijo “es que la academia puede poner en vergüenza a los tribunales constitucionales”, porque la academia también tiene un nivel académico.

No es que a los señores magistrados no se les pueda decir nada, ¡claro que sí! Pero con criterio académico a través de revistas especializadas o artículos, no con el insulto ni con la manifestación, si los que andan en la manifestación no saben absolutamente nada de derecho, pero ahí van a protestar. La academia puede poner en vergüenza a los tribunales constitucionales; ese es un buen papel de la universidad.