Giovanni se contagió de VIH en su primera relación sexual, ahora educa a otros

“Yo he lloré bastante, cuando me discriminaron; porque siendo un niño de 15 años, que te discriminen por un diagnóstico positivo, es difícil. Decían este tiene Sida y usaban doble guante …”

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Organizaciones sociales salvadoreñas realizaron un colorido acto en donde colocaron velas alrededor del Divino Salvador del mundo con el proposito de recordar a las victimas del del SIDA y para hacer una llamado a la no discriminacion contra las personas infectadas. Foto EDH Renè Quintanilla

Por Evelyn Chacón

30 November 2017

Muchas de las grandes batallas son en silencio, invisibles; se libran en la vida de las personas y, a veces, terminan en la convivencia con el enemigo, que se vuelve un compañero, incluso un amigo. Giovanni (seudónimo) tiene su batalla personal desde los 13 años, ahora ya tiene 27 y el detonante fue cuando se infectó de VIH, el virus de la inmunodeficiencia humana.

Se infectó en su primera relación sexual, cuando en El Salvador poco se conocía del virus.

Por eso, el estigma, la discriminación, sus temores se convirtieron en sus batallas personales.

“La primera experiencia sexual que tuve fue por presión de grupo. No supe en el momento que me infecte, sino hasta dos años después. Es un momento bien duro porque uno piensa ¿qué voy a hacer? ¿voy a dejar de estudiar? ¿hasta aquí llegó mi vida? ¿cómo decirle a mi familia?. Se me vinieron muchas preguntas a la mente. No tenía mucha información. Y frecuentemente me preguntaba ¿cuándo voy a morir? ¿en qué momento voy a morir? ¿cómo voy a morir? Porque la carta de presentación del VIH es la carta de muerte. Pero con el tiempo lo asimile”.

Giovanni asimiló que era portador del virus, pero el peso de la discriminación marcaba su vida.

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“Me señalaban, cuando decían el diagnóstico; para mi fue una etapa dura. Uno siente que no quiere salir de donde esta o taparse para que no lo vean. Me sentí humillado, impotente por no poder defenderme. Fue una carga emocional bien fuerte, no había día que no llorara, siempre he llorado en silencio, y se me venía a la mente todo lo que había vivido”.

El hermano de Giovanni fue su apoyo, también fue el primero que supo su diagnóstico.

“Pero luego se lo tuve que decir a mi mamá para poder descargar la carga emocional que en ese momento tenía”.

Silencios que pesan, verdades que liberan

El, entonces, adolescente estuvo 24 meses guardando el secreto del diagnóstico, muchos sentimientos y el recuerdo marcado del sábado 13 de mayo.

Ese día “fui al médico privado porque tenía ganglios inflamados, pérdida de peso. Ahí estaba una enfermera, a quien yo le explicaba lo que tenía. Ella no me miraba para nada y usaba mascarilla.

Luego dijo: ‘este niño necesita que le hagan la prueba de VIH’ . De ahí me mandaron al hospital Zacamil. Ahí estuve un año; luego me refirieron al hospital Bloom, porque los médicos vieron que yo era muy chiquito para estar en un hospital de adultos. Mi mamá sabía que me mandaban al Bloom, pero no sabía por qué. Fueron dos años. Cuando ella me preguntaba porqué tomaba tantas pastillas, yo le decía que eran vitaminas; pero ella me decía ¿hasta cuándo vas a tomarte esas vitaminas? y me comenzó a presionar. Tuve que decirle. Fue en el Cenid que se le dije”.

El responsable de Giovanni ante las autoridades sanitarias fue, por mucho tiempo, el hermano mayor del entonces adolescente.

Cuando su madre recibió la noticia, se volvió un pilar fundamental en las batallas de la vida del muchacho.

Giovanni fue de los primeros pacientes que recibió, el recién inaugurado, Centro de Excelencia para la Infancia con Inmunodeficiencia (Cenid) del Hospital Bloom.

“Del Cenid me acuerdo todo. La atención era excelente para los niños, pero no para los adolescentes. No estaba adaptado para recibir adolescentes.; lo digo como paciente que fui y también trabajé ahí seis años. No se hace diferencia entre la palabra niño y adolescente”.

Giovanni añade además, que desde esa época cuando él era paciente adolescente a la actualidad ha habido muchos cambios, incluido el tema de la diversidad sexual; sin embargo hay una situación que sigue ocurriendo: la conducta sexual de riesgo de los jóvenes.

Parte de la atención que brinda el Cenit es la atención psicológica.

“Ahí hubo una psicóloga que yo me quito el sombrero ante ella, merece todo mi respeto, tenía una entrega total. Yo me deprimí , hubo un tiempo que yo no quería saber de sexo. Llegué a los 21, a los 22 años y yo no quería saber de relaciones sexuales por el trauma que me dejó el haberme infectado en la primera relación. Esa psicóloga me ayudó mucho, me oriento bastante”.

El aspecto psicológico es un pilar fundamental en todos los diagnósticos, “pero en el tema de VIH es trascendental por la estigmatización de las personas que sufren la infección”, expone Giovanni , quien es actualmente activista en el tema de prevención del VIH, enfocado en la población adolescente.

“Sexo en adolescentes es un tema que no se toca, primero porque no sabemos. No es lo mismo que le hables a otra persona, que le hables a tu hijo del tema.

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La primera relación sexual simplemente la hice porque la presión de grupo fue tan grande, todos pagamos para tener relaciones con la misma persona. Yo era el más pequeño. Uno en la adolescencia no logra razonar muchas cosas, yo nunca pensé que eso me iba a llevar una consecuencia”.

Cuando era adolescente, Giovanni tuvo miedo de que se conociera su diagnóstico, de que la gente dijera que le tenía asco, de que lo discriminaran; todo eso lo impulsó a ser muy disciplinado en la toma de medicamentos, “yo no quería que me vieran enfermo, tenía que tomarme mi medicamentos; a veces salía y llevaba mi pastilla envuelta en algo. Cuando estaba en la escuela y me tocaba tomarla; yo decía que iba al baño y me iba a tomarla”.

Marcas psicológicas

La vida sentimental, también ha sido afectada por el diagnóstico. “En mi vida he tenido tres parejas, dos me despreciaron por mi diagnóstico, cada episodio te deja marcado. Uno piensa que por ser sincero con el diagnóstico le viene el rechazo. Con mi pareja actual desde el inicio le dije lo que tenía y aceptó. Pero para decir sí, pasó bastante tiempo”.

Esas situaciones, los temores vividos, la etapa de negación que superó, fueron los que impulsaron a Giovanni ha convertirse en activista en defensa de los derechos de las personas con VIH.

“El VIH no es ninguna barrera para mí, la barrera está en tu cabeza. Uno decide hasta dónde va a llegar; yo decidí brincar más alto y decirle a las personas con VIH que tener el diagnóstico no te hace inferior a nadie, sos igual que otra persona y puedes ser mejor”, dice Giovanni , quien estudió enfermería y trabaja, actualmente, en un hospital público.

“El virus es un amigo mío, que esta dentro de mi y que necesita alimentarse. Se tiene que aprender a vivir con lo que está a la par de uno, el que está a la par mía esta vez es el VIH. Si me mal alimento yo, va a estar mal el que está a la par mía”.

Hace cinco años, Giovanni perdió el miedo a responde ante los cuestionamientos de su condición médica, diciendo: “Yo tengo VIH”.