Un militar retirado y un filósofo pelean por la presidencia de Brasil

Los candidatos son polos opuestos y su campaña ha estado marcada por los escándalos, para uno por sus declaraciones y para el otro por los gobiernos salpicados por corrupción.

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(FILES) This combination of file pictures created on October 08, 2018 shows Brazilian presidential candidates Jair Bolsonaro (L) (PSL) in Sao Paulo, Brazil, on June 18, 2018 and Fernando Haddad (PT) in Rio de Janeiro, Brazil on October 04, 2018. - Brazilians will go to polls to vote on the second round of presidential and legislative elections on October 28, 2018. (Photos by Miguel SCHINCARIOL and Daniel RAMALHO / AFP) FILES-COMBO-BRAZIL-ELECTION-RUNOFF-BOLSONARO-HADDAD

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26 October 2018

Un militar retirado y un filósofo batallan por ganar la presidencia de Brasil en la segunda vuelta electoral de este domingo, cita a la que están convocados más de 147 millones de brasileños.

El ultraderechista Jair Bolsonaro, un capitán de la reserva del Ejército, llega como favorito tras una campaña realizada mayoritariamente en las redes sociales y en medio a un país polarizado.

Bolsonaro, de 63 años y con casi 30 años de carrera política, acumula un extenso historial de declaraciones de tinte machista, racista, homofóbico y xenófobo, aunque en las últimas semanas moderó su discurso tras ser duramente criticado por adversarios y organismos internacionales.

El ultraderechista no esconde su añoranza por la dictadura militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, lo que no impidió que se convirtiera en el candidato favorito, ya que se impuso en la primera vuelta de las elecciones con un 46 % de los votos y cuenta con un 56 % de la intención de voto para la segunda, según los últimos sondeos.

Durante sus siete mandatos como diputado federal (1995-2018), Bolsonaro aprobó dos proyectos de ley, pero su trayectoria en el Congreso ganó notoriedad por sus polémicas posiciones.

El candidato afirmó, entre otras cosas, que no violaría a una diputada porque no se “lo merecía” (2014); que el error de la dictadura fue “haber torturado y no matado” (1999); que el expresidente Fernando Henrique Cardoso y los militantes del PT “deberían ser fusilados” (1999 y 2018) y que prefería tener un hijo “muerto que gay” (2011).

A los 22 años, Bolsonaro se graduó en la Academia Militar das Agulhas Negras, una prestigiosa escuela de oficiales del Ejército, pero, una década después, se vio involucrado en episodios que le rindieron dos procesos disciplinarios y 15 días en prisión.

Esos incidentes le obligaron a pasar a la reserva en 1988 y, poco después, el ultraderechista inició su carrera política, enarbolando como banderas la defensa de la familia “tradicional”, la soberanía nacional, el derecho a la propiedad y el armamento del ciudadano.

Su discurso, apuntado como radical y autoritario por varios organismos, ha fragmentado la sociedad brasileña, en la que Bolsonaro transita entre la adoración de unos y el odio de otros.

Muchos atribuyen a sus declaraciones la puñalada que recibió el pasado 6 de septiembre mientras era cargado en hombros durante un mitin, y que le dejó hospitalizado por más de tres semanas.

Como resultado de la agresión, los médicos desaconsejaron que Bolsonaro participase en debates televisados o actos en lugares públicos, por lo que el ultraderechista centró su campaña en las redes sociales, a las que llevó su agenda conservadora.

En medio de las elecciones más polarizadas desde que Brasil retomó su democracia, muchos electores ven en Bolsonaro la única vía contra la corrupción que llevó al gigante suramericano a una dura crisis económica y social, que salpicó a los principales partidos políticos y condujo a la cárcel al expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, líder del Partido de los Trabajadores (PT).

“Soy una amenaza para los corruptos”, declaró este viernes Bolsanaro en su último espacio de propaganda por televisión.

Durante su campaña, el candidato atacó por el flanco de la corrupción, uno de los más incómodos para el partido de Lula y de Haddad.

El filósofo que llegó bajo la sombra de Lula

Fernando Haddad, el político, filósofo y académico que quiere llegar a la Presidencia de Brasil, no logró despegar para la segunda vuelta sin la sombra del expresidente Lula, quien después de lanzarlo al vuelo tuvo que resignarse al silencio tras las rejas.

El candidato de izquierdas fue el segundo más votado en la primera vuelta presidencial y obtuvo el 29% de los votos, tras una intensa campaña del PT que lo posicionó como el sucesor de Lula ante un Brasil nostálgico del gobierno del sindicalista que desde abajo llegó a la cima y revolucionó las políticas sociales y económicas del país.

Para la segunda vuelta, Haddad optó por seguir el consejo de sus estrategas -y hasta del propio Lula- de alejarse de su sombra y del peso que carga el PT por el mayor escándalo de corrupción en la historia de Brasil, que motivó el encarcelamiento del expresidente, condenado a 12 años de prisión.

Pero las cifras de las encuestas electorales son elocuentes: Haddad no avanzó y el índice de rechazo a su candidatura creció, aunque acortó la distancia con su rival.

Con el 44 % de apoyo, Haddad se ubica a 12 puntos de Bolsonaro, según la última encuesta de la firma Datafolha.

Haddad formado en derecho, con una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía, sueña con una sociedad democrática donde la justicia social y la igualdad de derechos sean prioridad.

Para lograrlo, Haddad debe cambiar la balanza. Aunque el candidato socialista consiguió el apoyo de gran parte de la izquierda brasileña, ha sido más una alianza simbólica que efectiva.

Por eso ahora busca alcanzar el apoyo de quienes votaron por los candidatos de centro, una tarea nada fácil ya que esa franja, a pesar de ir en contra de programas dictatoriales, no quiere saber más de corrupción.

Su discurso de los últimos días se ha enfocado en decir que votar por su rival es favorecer “el odio y la violencia” en Brasil.

“El país precisa un presidente que gobierne para todos, cuide de quienes más precisan y garantice el diálogo”, expresó Haddad este viernes.

El que fuera el “rockstar” de la cátedra de Ciencias Políticas en la Universidad de Sao Paulo a finales de los años 90, cuyos cupos eran rapados por los estudiantes, ahora, a sus 55 años, no despierta el mismo fanatismo en las calles donde creció el hambre y hay 13 millones de desempleados.

El candidato del PT apuesta por su experiencia como ministro de Educación en los gobiernos de Lula y por su experiencia como alcalde de Sao Paulo (2013-2016), la ciudad más industrializada y poblada de Brasil, la que lo vio crecer impulsado por Lula y en la que ha concentrado su campaña en las dos últimas semanas.

Sin cambios drásticos a la vista y a un día de la segunda vuelta, este político de familia de origen libanés y espíritu académico dispara los últimos cartuchos que le quedan para alcanzar la presidencia de Brasil.

Aunque la distancia entre Bolsonaro y Haddad pasó en los últimos días de 15 a 12 puntos, los brasileños deberán decidir quién los gobernará: un militar o un filósofo.