Fernando Sánchez: “El estallido social se había acumulado desde hace muchos años en Nicaragua”

El joven nicaragüense se ha convertido en el rostro visible del movimiento estudiantil que impulsa un cambio en Nicaragua. En esta entrevista cuenta cómo surgen y quién los apoya.

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Foto/ Cortesía

Por Tomás Guevara, corresponsal en Washington

14 June 2018

El estudiante nicaragüense Fernando Sánchez está seguro de que el levantamiento en Nicaragua contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo no tiene marcha atrás, y que la única vía de salida para devolver la institucionalidad democrática al país centroamericano es la salida del régimen sandinista y la transformación del país para un cambio generacional apegado a estándares altamente democráticos.

Este joven estuvo recientemente en Washington junto a otro grupo del movimiento estudiantil que ha impulsado las protestas contra Ortega en Nicaragua, y se reunió con legisladores, directivos de tanques de pensamiento, organismos de derechos humanos y con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), ente adscrito a la OEA.

Fernando es un multifacético estudiante, comunicador, diseñador de modas y un ferviente luchador por una Nicaragua libre y democrática, quien agarrado a la Bandera azul y blanco de su país habla con El Diario de Hoy en un hotel de Washington sobre la crisis que viven.

¿Cómo empieza a configurarse este movimiento alrededor de los estudiantes?

Tiene dos momentos. Lo primero fue que el día 18 de abril la reserva ecológica Indio Maíz estaba incendiada con un fuego que ni el mismo gobierno podía detener y varios países, incluido Costa Rica, se habían ofrecido para ayudar y el Gobierno no los quiso dejar; eso hizo salir a los estudiantes con pancartas y banderas para pedir una solución ante la catástrofe.

¿Empezó como una protesta ecologista entonces?

Sí, pero al mismo tiempo informan de las reformas a la ley del Instituto Nicaragüense de Seguridad Social, y esto si nos dolió bastante porque consistía en la deducción a la pensión mensual de los adultos mayores, de nuestros abuelos, entonces la protesta se duplicó por este paquete de reformas que querían hacer; llegan las turbas sandinistas acompañadas de la Policía Nacional a reprimir de manera brutal, golpeando a los ancianos y los demás participantes.

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A raíz de eso las protestas aumentaron y siguió la represión, pero el punto detonante es quizá el 19 de abril, al ver que la Universidad Centroamericana (UCA) era la que se había levantado primero se suman otros centros como la Universidad Nacional Agraria, la Universidad Nacional de Ingeniería y la Universidad Politécnica, y todo se comienza a intensificar cuando en la represión de los estudiantes hay gente que pierde sus ojos por las balas de goma y bombas lacrimógenas; eso enardeció al pueblo y como efecto comenzó a sumarse más y más gente a las protestas. Ese mismo día comienzan a matar estudiantes.

¿Fueron los asesinatos de estudiantes lo que agudizó la situación?

En parte, por que el Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo creía que con matar un par de estudiantes las cosas se iban a apaciguar, pero al matar un estudiante se sumaron mil personas, al matar dos, dos mil más y así hasta incrementarse el movimiento y, por ende, la represión; comenzaron a matar gente a diario, a desaparecer, encarcelar y torturar.

¿En qué momento empiezas a involucrarte?

Los estudiantes al sentirse perseguidos en sus casas se atrincheran en las universidades, en este caso la Universidad Politécnica, e intentaron en la UNI, pero estaban las fuerzas antimotines y las turbas sandinistas, y comenzaron a sacarlos a la fuerza; fue un día horrible porque hubo muchos jóvenes muertos.

Yo estaba en la Catedral, que esta muy cerca de la UNI. Estábamos recogiendo víveres, creíamos que era un lugar seguro por ser un templo, pero llegaron los policías y comenzaron a robar los víveres que habíamos colectado y al mismo tiempo los estudiantes atacados en la UNI se cruzan para catedral para tratar de refugiarse ahí, y las cosas se intensifican, las turbas y la policía rodean Catedral y comienzan a atacarnos; tratamos de resistir con lo que encontrábamos a mano, piedras y lo que fuera, fue algo muy intenso durante unas seis horas. Y finalmente nos refugiamos dentro de Catedral.

¿Cómo llegas tú a estar en la línea de frente y convertirte en una voz de la juventud nicaragüense?

Ya dentro de Catedral estábamos más de mil jóvenes y muchos intentaron salir corriendo, aunque sabían que había francotiradores, pero por el anhelo de volver a sus casas. Muchos de esos que salieron corriendo están desaparecidos; yo me quedé adentro de Catedral tratando de coordinar y ver qué podíamos hacer.

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En una situación así hay que actuar de forma muy inteligente y estratégica, aunque consciente del peligro. Unos compañeros y yo, que hoy están en la coalición, tomamos los micrófonos de Catedral para hacer un llamado a la calma y tratar de organizarnos. Formamos comisiones de comunicaciones, de área médica porque había heridos, todo esto en menos de una hora; al mismo tiempo hice una transmisión a través de mis redes sociales que se multiplicó hacia millones de personas que sabían que estábamos atrapados en Catedral. Hubo gente en Masaya que se movilizó para venir en nuestra ayuda, pero el gobierno desplazó grupos paramilitares y policiales para impedir que nos ayudaran.

¿Digamos que la coordinación del movimiento nació en el templo?

Sí, porque posteriormente empezamos a reunirnos con actores y líderes de las distintas universidades para comenzar a crear estrategias y ver de qué manera podíamos defendernos, ya no solo estar en las calles protestando, sino crear estrategias políticas, alianzas que nos pudieran servir para dar respuesta a la crisis que se venía. Nosotros sí estábamos conscientes de que había un levantamiento, porque era muchísima gente, y partir de ahí comenzamos a tener reuniones diarias a toda hora y con ello seguían las protestas y la represión.

¿Hay persecución a las cabezas del movimiento estudiantil?

Hemos abandonado nuestras casas y nos hemos ocultado. A mí me fueron a buscar a mi casa, así que ya no regresé y tuve que renunciar a mi trabajo, porque me amenazaron por teléfono diciéndome que sabían hasta mis horarios y que me iban a matar al salir; eso lo denuncié ante la CIDH.

¿Crees que se ha consolidado el movimiento estudiantil?

Yo he dicho que los políticos y el Gobierno no han podido organizar a Nicaragua en más de cuatro décadas y nosotros tuvimos el reto de organizar y cohesionar los esfuerzos en menos de una semana. Nos decían: ‘Si ustedes no están listos y unidos para dar fuerza a un diálogo nacional, no se puede iniciar’; así es que no queríamos ser un obstáculo y comenzamos a dialogar entre los distintos grupos universitarios; fue un gran reto y lo hicimos.

¿Qué los mantiene unidos?

Nos une el deseo de construir una nueva Nicaragua, porque se ha aislado a distintas partes de la sociedad, con una clase media y baja privada de derechos políticos y económicos, con los campesinos en la costa del Caribe aislados. Nuestra agenda en la mesa de diálogo parte de dos cosas: la democratización del país y la justicia, porque hay más de 150 personas que han sido asesinadas; los antimotines y las turbas disparan con una precisión certera que es terrorífica. Esto es un estallido social que se había acumulado desde hace muchos años en Nicaragua.

¿Daniel Ortega y Rosario Murillo son responsables directos?

Ellos agarraron la Constitución y la violaron completamente, la cambiaron a su conveniencia para perpetuarse en el poder el tiempo que quisieran e instalaron una dictadura en Nicaragua; concentraron medios de comunicación, un 80 por ciento les pertenecen a ellos. Nos han venido atropellando derechos humanos y constitucionales durante muchos años.

¿Qué piensa un líder estudiantil cuando escucha el argumento oficial de que las revueltas son parte de un plan internacional para desestabilizar?

El apoyo que tenemos como estudiantes ha sido de nuestro pueblo, muchos a los que nos ha tocado huir, han sido familias que ni conocíamos las que nos han dado posada para resguardarnos con abrigo, comida y nos han transportado a distintos lugares. Entonces, decir que un grupo internacional financia la movilización del pueblo es totalmente falso, esta lucha ya no es solo de los estudiantes, es de la sociedad civil, los campesinos y cada nicaragüense que ama su país.

¿Hay miedo en los estudiantes ante la ola represiva?

(Piensa durante unos segundos). Algo que nosotros hemos dicho es que sentimos que las horas las tenemos prestadas, porque han demostrado con hechos que pueden matar a un niño de 13 años o a un anciano; nos han perseguido, han intentado matarnos; yo creo en Dios y sé que está lucha lleva su nombre. Al principio fueron momentos muy duros, pero a estas alturas el mismo Gobierno nos hizo perder el miedo, porque nos demostró que al no tenerle miedo somos más fuertes.

¿Ustedes creen que se puede sacar a este régimen en pocas semanas o se preparan para una larga lucha?

Cuando nos presentamos al diálogo llevamos una agenda, porque queremos un cambio apegado a las vías institucionales y legales. Nuestra agenda propone vías muy detalladas de cómo sería el proceso de reestructuración de los poderes del Estado y de la Constitución política, y de cada una de las exigencias de la población. No queremos una guerra y lo hemos demostrado, ni siquiera estamos armados. No hay retroceso y por eso nuestra voz ha llegado a nivel internacional, como esta visita a Washington y a países como El Salvador y Costa Rica.

¿Qué esperaban en Washington?

En especial llegamos para denunciar (ante la CIDH); también para participar de distintos eventos de organismos internacionales y reunirnos con actores fundamentales de Estados Unidos para que ejerzan presión sobre Ortega, Rosario Murillo y sus secuaces, como la ministra de Salud y el presidente de la Corte Suprema de Justicia y todos los que dominan los órganos del Estado.

Sabemos que aún falta, que es muy duro y que se está pagando un precio horrible, pero creemos que por toda esta gente que ha muerto es por lo que debemos seguir.

El pacto del sector privado con Ortega y Murillo, que dictaba que él decidía qué hacer en política, mientras ellos hacían negocios ¿cómo lo ve este movimiento ciudadano y estudiantil?

Hay que entender que ese pacto de “no me meto en política y vos no te metés en mi bolsillo” se está desquebrajando, porque la empresa privada ve una oportunidad; de hecho en la mesa de diálogo ellos están de nuestro lado; ha sido una forma de solidarizarse con el pueblo, están tratando, con esas acciones nuevas, de apoyar a Nicaragua y de reconocer que fallaron en el pasado y que están dispuestos a remediar ese error que fue catastrófico para el país.

¿Ustedes esperan una acción más contundente del sector privado, dado este gesto de mea culpa?

Ellos han hecho acciones básicas que quizá no se han visualizado; han dado oportunidad a los trabajadores de participar en las marchas, de manera opcional. Nosotros estamos presionando cada vez más; ellos (sector privado) sacan comunicados y pronunciamientos, pero lo que el pueblo ha estado esperando es la última carta bajo la mesa, que es el paro nacional.

¿Se veía venir esta acción?

Está pasando algo curioso. Como la misma empresa privada no había decretado un paro nacional, el pueblo lo estuvo empujando de manera distinta: los tranques (barricadas) que han estado bloqueando las principales vías, están cerrando el paso a los principales camiones de abastecimiento de gasolina, las grandes empresas lecheras no están pudiendo transportar sus productos, es decir el paro se estuvo forzando y les ha generado costos a los empresarios. Pero nosotros hemos dejado claro que la economía no es ningún punto a discutir en este momento.

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¿Cuál el futuro de la resistencia en Nicaragua?

Los jóvenes no hemos planteado tener una participación dentro de partidos políticos, porque nuestra lucha no tiene una bandera política; sí queremos cambiar el tema de la suscripción popular, porque la gente en Nicaragua quiere rostros nuevos, gente en quien se pueda confiar. Al hacer reformas constitucionales y una reestructuración de los poderes del Estado impulsaremos el voto popular por personas a quien los ciudadanos quieran como su representante. Sobre todo tiene que cerrarse cualquier posibilidad de reelección en la presidencia. Así es que sin ser partido político podemos estar atrás, a los lados y al frente fiscalizando a los funcionarios electos.

En otro tema. El expresidente salvadoreño Mauricio Funes está asilado en Nicaragua, según él por ser perseguido político, pero la Fiscalía lo acusa de saquear $351 millones de fondos del Estado. ¿Cómo ven los nicaragüenses a este tipo de huéspedes de Ortega?

(Sonríe). Me imagino que se tendrá que ir en el mismo avión con Rosario y Daniel, porque ese tipo de personas no las queremos en Nicaragua. Y no creo que se quiera quedar, porque le será muy difícil; todo el que ha sido cómplice de Ortega tiene un precio moral muy precario con nuestro país.

¿Qué futuro ven ustedes para Daniel Ortega y Rosario Murillo?

Se les dijo de frente que este es el momento para que ellos puedan negociar su salida, que se puedan ir de Nicaragua. Una de las cosas es que ya no los queremos en nuestro país, ni a ella ni a él, ni a su familia, y no solo es la voz de los estudiantes, es del pueblo.

El enjuiciarlos por crímenes de lesa humanidad será algo que se irá valorando a medida progrese la situación, pero es verdad que si él no desiste y sigue matando, no tendrá la oportunidad, ni siquiera, de negociar.