Brian Klaas: “Donald Trump no es un déspota, es un aprendiz de déspota”

El académico estadounidense radicado en Londres considera que Trump es un líder con impulsos autoritarios. En una entrevista con El Diario de Hoy consideró que si bien las instituciones de su país pueden detener sus caprichos, este hará un considerable daño a la democracia a nivel local y mundial.

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Por Ricardo Avelar

30 March 2018

Desde la London School of Economics, donde imparte clases de política comparada y transiciones democráticas, el académico estadounidense Brian Klaas platicó con este medio sobre su más reciente libro “El Aprendiz de déspota”.

En este, el autor combina el título del programa televisivo que catapultó a Trump a la fama, “El Aprendiz”, con sus impulsos autoritarios. Sobre estos últimos, El Diario de Hoy consultó con Klaas qué impacto tendrá el polémico mandatario en su país y en el mundo.

¿Por qué un aprendiz de déspota y no un déspota?

La distinción es por el tipo de sistema en el que Donald Trump existe. Él fue electo democráticamente, aunque haya controversia en torno a su elección. Esto contrasta con líderes autoritarios de muchos otros lugares del mundo. Además, el sistema pone límites a su poder. Un déspota genuino es quien puede básicamente hacer lo que quiera.

Trump tiene alguna habilidad para hacerlo en política exterior, pero en muchos otros aspectos enfrenta frenos y contrapesos. Estos son débiles y no están funcionando bien, pero hasta el momento la presidencia de Trump se trata más de alguien que está imitando el comportamiento de líderes tiránicos, no de un tirano. Por eso argumento que él no es un líder autoritario, sino de impulsos autoritarios operando en un contexto democrático.

En tu experiencia estudiando autoritarismos en diferentes lugares, ¿qué tácticas de Trump aparecen constantemente en las conductas de déspotas alrededor del mundo?

Hay muchas. Por ejemplo, el ataque a la prensa, que es muy común, tratando de eliminar o desacreditar fuentes independientes de información. Los ataques a gente que lo está investigando, como su ofensiva contra el FBI y Robert Mueller, cabeza de la investigación especial sobre interferencia rusa en la elección de 2016. Eso es muy similar a lo que el presidente Erdogan de Turquía hizo en 2013 cuando se encontró bajo investigación por presunta corrupción.

También resalta su culto a la personalidad y su obsesión con destacar cuánta gente le apoya. Miente constantemente para mostrarse más popular de lo que realmente es. Además, ha nombrado como funcionarios a generales, socios y familiares, algo que suele verse en estados poco democráticos.

Y finalmente están los chivos expiatorios. Virtualmente, todo líder autoritario ha encontrado un grupo al que culpar para excusar los fallos de su gobierno o para exacerbar el nacionalismo en tiempos difíciles. Trump ha atacado a una gran variedad de grupos, como mexicanos, musulmanes, inmigrantes, afroamericanos, entre otros. Los pone en contraste con lo que él considera el “Estados Unidos bueno” en una dinámica de “ustedes contra nosotros”.

Volviendo a uno de los puntos que mencionas, ¿hay precedentes de un presidente que se enfrentara tanto al poder judicial?

El ataque a Mueller y su investigación sobre posible interferencia rusa en las elecciones es el ataque más agresivo contra el estado de derecho en la historia americana moderna. El paralelo más grande es el escándalo de Watergate bajo Richard Nixon, pero este solo involucraba el robo de documentos con impacto doméstico. Esto no tenía implicaciones internacionales, y menos algo que tuviera que ver con un estado adversario a Estados Unidos, como Rusia.

Hay algunos paralelos con Nixon, pues este llamó la investigación de Watergate una cacería de brujas y la trató de desacreditar. Además, despidió a algunos investigadores que estudiaban el caso, pero ese fue básicamente el inicio del final para él.

Vale la pena preguntarnos los escenarios si Robert Mueller llega a hallazgos significativos. ¿Qué van a hacer los republicanos? ¿Van a tomar acción o pretender que no pasó? Creo que la inacción de los republicanos es una posibilidad. Y es que aun si Estados Unidos tiene estructuras democráticas fuertes, estas no significan nada si no se ponen en uso por la gente. El estado de derecho no es mágico, solo funciona si la gente a cargo de accionarlo cumple con este rol.

Hablando de los republicanos, ¿qué rol crees que jugarán en las elecciones de medio periodo de noviembre de 2018? ¿Transitarán hacia el centro o buscarán seguir apelando al votante frustrado que eligió a Trump?

Algunos probablemente perderán su escaño. Esta elección seguramente favorecerá a los demócratas y la pregunta es qué tanto. Si los republicanos pierden de diez a quince asientos seguramente lo celebrarán, pero puede que haya hasta cien puestos en disputa. De 435, esto es grandísimo.

Para entender esta dinámica, hay que saber que la mayoría de distritos donde hay republicanos, estos le temen más a su rival en primarias más que a su oponente demócrata. Esto genera un incentivo perverso a aliarse con Trump para no ceder la nominación contra alguien que sea un “verdadero Trump-ista”.

Recientemente hubo una elección especial de Pensilvania y el cambio fue de 20 puntos porcentuales en favor de los demócratas en relación a la presidencial de 2016. Esto ha asustado a muchos republicanos. Si debo adivinar en este momento, los demócratas retomarán la Cámara de Representantes.

Esto cambiaría la presidencia de Trump, pues controlarán comités que tendrán la habilidad de exigir documentos importantes, como las declaraciones fiscales de Trump, documentos relacionados a sus negocios, entre otros. Además, deberán ser consultados para cada pieza de legislación.

Y los republicanos que se queden, ¿se moderarán o tenderán al extremo?

Recientemente, Estados Unidos se están polarizando. Por eso, los demócratas deben ser inteligentes y poner candidatos moderados en distritos en contienda cercana para poder arrebatárselos a los republicanos. Y si Trump pierde de manera abismal, los republicanos le darán la espalda pues verán que no es un aliado ganador.

Hablemos del votante de Trump. A analistas les reconforta que las instituciones puedan detener los impulsos del presidente, pero su base se puede frustrar más. ¿Es esto peligroso?

Lo puedes ver así, pero recuerda que esta Casa Blanca está dominada por la incompetencia y están destrozando su propia agenda, si es que tienen una.

En una administración normal, el presidente supervisaría que se elaboraran propuestas estructuradas de política pública que sugieren lo que pretenden hacer y luego se procedería a un trabajo intenso de cabildeo en el Congreso. En cambio, Trump rompe el guión constantemente y esto también puede frustrar a muchos votantes. Y las políticas que Trump ha motivado, como su plan fiscal, han beneficiado al sector más próspero, no al elector rural, que fue quien le dio la victoria en 2016.

Él tratará de culpar a la oposición de los pocos avances, pero los votantes creo que son suficientemente sabios para saber que esto no ha sido así. La mayor y más obvia explicación será la incompetencia y la inhabilidad de construir coaliciones de trabajo.

Trump corrió con la idea de poder alcanzar acuerdos difíciles. Me cuesta encontrar una negociación que haya encabezado. Incluso las medidas fiscales, que son el triunfo más grande para los republicanos, fueron trabajadas por legisladores y él simplemente firmó el acuerdo alcanzado.

Aun así, Trump sigue siendo presidente al menos hasta 2021. ¿Ha tenido aciertos que valga la pena replicar?

Sí. El presidente ha sido muy poco estratégico y poco inteligente en comunicar más el genuino éxito con el que su administración ha manejado el problema del Estado Islámico y la inestabilidad del Medio Oriente. Ambos son logros genuinos de política exterior que han limitado el control de este grupo terrorista en Siria e Irak.

Quizá es muy tarde en este momento, pero lo que debió haber hecho desde el inicio de su presidencia es motivar la ley de infraestructura, que era apoyada por ambos partidos. Si yo fuera su asesor, le habría dicho que su calidad de outsider permite que tanto demócratas como republicanos puedan negociar con él y volverse un líder de centro. Si el 21 de enero, un día después de asumir la presidencia, se hubiese disculpado por la retórica de la campaña y se hubiese comprometido con gobernar para todos, esta presidencia sería muy diferente.

El problema es que ahora puede tratar de corregir el rumbo, y quizá lo tendrá que hacer cuando el nuevo Congreso tome posesión, pero no se puede deshacer lo que ha hecho y no se puede ignorar lo que ha dicho. No se puede culpar a los demócratas de no querer trabajar con él. Desde su toma de posesión, dio el primer discurso en la historia moderna en la que en lugar de buscar acercamientos, derribó más los puentes de entendimiento con sus adversarios.

¿Han demostrado las instituciones fortaleza para contener sus caprichos?

La democracia siempre es tan fuerte como la disposición de la gente a defenderla. Lo que más temo de su ataque a las instituciones es que el daño y la pérdida de credibilidad que les ha provocado perdurará. Por ejemplo, tienes un porcentaje significativo de la gente que cree en sus teorías de conspiración sobre el “deep state” (Estado profundo: su idea de que hay un grupo tras bambalinas que mueve los hilos del país y manipula la justicia). ¡Es una idea lunática y hay gente que lo cree!

Muchos creen que la prensa se dedica exclusivamente a mentir y desacreditarlo. Varios millones repiten el discurso de que la justicia está politizada en su contra. Y estas instituciones van a sobrevivir, pero si empiezan a verse como partidarias estarán en problemas. Temo mucho que el daño a la integridad y el prestigio de estas instituciones dure al menos una década.

Internacionalmente hablando, Estados Unidos presiona por la democracia y en contra de la corrupción. ¿Perderá credibilidad este mensaje?

Bajo Trump, ese mensaje pierde mucha credibilidad, pero hay dos aspectos de la promoción democrática de los EE. UU. a tomar en cuenta: los de alto y los de bajo nivel. Los de bajo nivel siguen pasando de la misma manera, por medio del Departamento de Estado y las embajadas que ponen presión a gobiernos que violan principios democráticos en todo el mundo.

El problema es que estos mensajes pierden credibilidad por las acciones de Trump. No puedes hablar de nepotismo, pues te señalarán los casos de Ivanka (Trump, hija del mandatario) y Jared Kushner (yerno del presidente; ambos asesores de alto nivel en la Casa Blanca). Si hablas de corrupción, hay muchas dudas sobre la organización empresarial del presidente, presuntamente involucrada en acuerdos comerciales dudosos y dilemas éticos con su presidencia.

Si hablas de elecciones libres y justas, esto contrasta con la felicitación del presidente a Vladimir Putin tras una elección completamente arreglada. Si hablas de libertad de prensa, te citarán el trato de Trump a los medios y los periodistas. La autoridad moral de la Casa Blanca para hablar de la democracia se está perdiendo. Esto dificulta el trabajo al nivel más bajo, pues quienes realmente están haciendo su trabajo dejarán de ser tomados en serio.

Y la democracia en el mundo puede verse afectada si los Estados Unidos pierden el respeto y la credibilidad en el tema. Trump tendrá un efecto negativo en la democracia a nivel mundial.