Aixa Armas: “El venezolano o muere en la calle o muere de hambre”

La presidenta de la asociación Mujer y Ciudadanía explicó a El Diario de Hoy la magnitud de la crisis y el rol de las mujeres en la transición democrática.

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Al ver la disponibilidad de productos en El Salvador, Aixa Armas advirtió a la ciudadanía no darlo por sentado y pelear siempre por la democracia y por no caer en una crisis humanitaria como la de Venezuela. Foto por Marvin Romero / EDH

Por Ricardo Avelar

26 May 2017

Además de la erosión de la democracia en Venezuela, hay otro fenómeno en este país: la crisis humanitaria en la que viven sus ciudadanos.

Largas colas por bienes básicos y un aumento en la violencia dan cuenta de un país donde los ciudadanos, antes de perseguir sus sueños y aspiraciones, buscan sobrevivir.

De esto conversamos con Aixa Armas, activista y presidenta de Mujer y Ciudadanía, una organización que busca empoderar al sector femenino sin el cual ningún país logra avanzar.

Pese a intentar salir de la política y entender la realidad del día a día, es claro que con un régimen tan intrusivo, resulta casi imposible separar la política de la vida cotidiana de Venezuela. Esto es lo que Armas compartió con El Diario de Hoy:

¿Cómo vive el venezolano más allá de la crisis política?

El venezolano del día a día está metido en una crisis que va más allá de lo político porque su vida es una crisis continua. El venezolano no tiene bienes básicos como papel de baño o pan. El pan en Venezuela es un artículo que se consigue tras siete u ocho horas de cola en la panadería.

El venezolano común se levanta y como hay marchas de protesta no tiene las estaciones del metro de Caracas, que el gobierno cierra para evitar que los ciudadanos salgan a protestar. El venezolano común, de clase media, clase media baja u obrero no tiene cómo movilizarse en una Caracas que está parada.

Entonces, ¿a qué aspira un venezolano?

El venezolano mayoritariamente busca paz y democracia, porque escuchó que en la democracia había trabajo, justicia, comida, sueños y futuro por construir.

¿Estas aspiraciones personales han quedado relegadas?

Relegadas y anuladas. Son 18 años de un gobierno prometiendo que va a cambiar y que el socialismo del siglo XXI es la panacea y no han logrado nada. El 70% del parque industrial venezolano ha sido acabado. ¿Dónde trabaja el venezolano? No queda más que como funcionario en la administración pública y está obligado a marchar, votar por el gobierno porque si no, no tiene sus cajas de comida que son lo único que les queda.

Esta panacea del socialismo ha llevado a hambre. ¿Qué tan grave es la crisis?

Es una realidad la crisis humanitaria y de hecho, es una de las cuatro cosas que pedimos cuando la oposición sale a la calle: elecciones generales, libertad a presos políticos, democracia y renuncia del presidente, y que entre la ayuda humanitaria.

En este último punto, el gobierno no quiere que entre la ayuda humanitaria porque aceptar la crisis es aceptar que el socialismo del siglo XXI no existe y fracasó, porque el socialismo en Venezuela fracasó. El ciudadano común está con una gran necesidad y viendo que todo ha sido una mentira por 18 años. La prueba de esto es cómo están cayendo las estatuas de Chávez, hasta en los sitios más populares, donde ciudadanos las están arrancando con sus manos, aun a costa de sus vidas. Han matado a jóvenes tratando de sacar estatuas y han muerto sonriendo.

Hace años se hablaba de una Venezuela partida y polarizada. ¿Sigue así de dividida?

Yo no creo que en este momento esté polarizada. El 70% está en contra del gobierno. Hay un 20% que aún está a favor del gobierno pero habría que medir si son funcionarios públicos o gente que recibe estas cajas de comida y tiene que contestar ante una encuesta que apoya al gobierno.

Las promesas se le acabaron al gobierno y le toca la posición de recrear sus propias promesas.

Organizaciones como la mía, Mujer y Ciudadanía, construimos esta promesa para que las mujeres sepan que sí hay un camino y una verdad y es lo que estamos haciendo en El Salvador, viendo que hay una democracia y pretendiendo que no cometan el error que cometimos en Venezuela, el de creer que esto nunca se iba a acabar y se acabó. El país más rico de toda Latinoamérica se volvió tan pobre como Haití en 18 años de populismo y pobreza, en un socialismo del siglo XXI que es una mentira.

Nosotros pensábamos que todos los venezolanos tenían un cierto nivel de cultura y creímos que nunca se comerían el cuento de que el que no trabaja tiene comida. Hubo otra cosa: las agrupaciones y los sectores de las comunidades, los consejos comunales que se reunían. Nosotros no fuimos allá a dar nuestra visión cuando se podía. No estamos diciendo que la gente no tiene derecho a creer en izquierda o derecha, es un derecho democrático, sino que el socialismo del siglo XXI en Venezuela no es política, es populismo, es mentira, es basar todo en la mentira.

El Salvador aún goza de un nivel de democracia y está provisto de bienes básicos, pero hay una creciente polarización que pretende romper hilos sociales. ¿Es este un primer signo de un mal camino?

Claro que sí, el primer signo de advertencia es no creer que todos los salvadoreños son uno solo, como no creíamos eso en Venezuela. El presidente Hugo Chávez hizo creer que había dos venezolanos, unos que estaban en un lado y otros en otro. A unos los llamó escuálidos y a otros revolucionarios. Y realmente eran los mismos venezolanos, con las mismas ideas y un anhelo de lo mejor para Venezuela. Caímos en el cuento de los escuálidos y los revolucionarios y nos metimos a nosotros mismos a este estanco sin darnos cuenta que debimos vernos como una sola Venezuela.

El socialismo del siglo XXI prometía una igualdad, pero las últimas cifras dicen que en Venezuela toma 21 salarios mínimos adquirir la canasta básica para una familia de 5 personas. ¿Fue la igualdad hacia abajo?

Es tabla rasa hacia abajo y ha motivado que haya que robar y matar para comer. Venezuela tiene algunas de las ciudades más peligrosas de los 192 países del mundo porque si en tu familia ganan a lo sumo 3 salarios mínimos y necesitas 21 para comer, vas a tener que matar o robar o desgarrarte y morir en una marcha para decir que no tienes qué comer. Se cayó el petróleo y se acabó todo. En 18 años, hubo más de $817 billones y no se construyó una Venezuela distinta donde realmente haya una igualdad de oportunidades, la verdadera igualdad. Una de las maneras de contrarrestar esto es hacer construcción de ciudadanía, de democracia.

¿Cómo se han ido empoderando las mujeres en Venezuela?

La mujer en Venezuela ha tenido un rol político siempre, pero la tradición de género la impidió de ser completamente visibilizada como el liderazgo que realmente es.

Cuando mataron al joven Juan Pernalete y la madre salió del entierro le preguntaron a dónde iba y desgarrada por su hijo muerto, dijo “voy a una marcha” y se fue a marchar. Las madres venezolanas están entregando a sus hijos en un altar para que este socialismo termine y Venezuela recupere su democracia, prosperidad, posibilidad de desarrollo y trabajos. Por eso la mujer venezolana toma este rol de liderazgo y dice “esto no lo queremos, basta ya”. Eso estamos tratando en la organización de mujeres: ayudar, sanar y construir”.

¿Se ha fortalecido la sororidad y unidad de las venezolanas y hasta dónde están dispuestas a llegar?

Hasta donde sea necesario. Estamos trabajando en la acción, en la calle y en la formación. En ese sentido, las venezolanas están más unidas que nunca con la oposición.

Parece que el régimen perdió el miedo a matar. ¿El ciudadano ya perdió el miedo a dejar la vida en la calle?

Ya lo perdió. O muere en calle o muere de hambre y decidió morir en la calle. Para que se juzguen estos crímenes de lesa humanidad necesitamos ayuda de todos los países del mundo.

Aún hay estados que no condenan al régimen o lo justifican. ¿Hay vocación democrática en estos países?

Vocación democrática, ninguna. Cuando se hablaba de la dictadura de Pinochet, el mundo entero alza la voz contundente pero al parecer, una dictadura de izquierda es menos grave que una de derecha, cuando una dictadura es una dictadura.

Si El Salvador calla lo que ahí pasa...

Es cómplice.

¿Cómo dejar de serlo?

El Salvador, más allá de la ideología, tiene que tener una posición y si no la tiene, que la tengan sus ciudadanos porque si la institucionalidad de este país empieza a romperse, el ciudadano tendrá una práctica y se sabrá cómo reaccionar. Por eso es tan importante hermanarnos en este momento difícil en que la democracia venezolana está cayendo.

¿Hay esperanza en Venezuela?

Esperanza siempre hay. Estamos pensando en retomar lo que debimos haber hecho hace 18 años, formación y construcción de ciudadanía. Tenemos claro que debemos unirnos. Cuando pase todo esto, ya no va a haber revolucionarios o escuálidos. Habrá venezolanos construyendo una mejor Venezuela.

En esta transición, ¿cuál es el compromiso de Aixa Armas?

Mi compromiso con los derechos de las mujeres, la igualdad de género, porque la democracia siempre estará incompleta si las mujeres no la integran con su visión el mundo, que no es silenciar a los hombres sino trabajar todos juntos.