Responsabilidad 4.0- ¿Los fines de lucro pueden ponerle fin al lucro?

Diego de Sola, Director ejecutivo de Inversiones Bolívar.

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San Salvador 08-03-17

Por Diego de Sola

13 November 2017

En 1970 el reconocido economista Milton Friedman aseveró que, “la responsabilidad social de la empresa es incrementar utilidades”. Cuando hablamos de una organización con fines de lucro, pareciera reflejar fielmente lo que Friedman proponía hace casi medio siglo – si seguimos incrementando el lucro, todo lo demás cae por su propio peso. ¿Pero qué tal si el entorno del futuro no funciona así? ¿Qué tal si, en el afán de perseguir ese único fin explícito –el lucro– ponemos en riesgo la sostenibilidad de ese mismo lucro que buscamos?

La mayoría de nuevos emprendimientos arrancan para generar utilidades, un motivador natural y legítimo, especialmente cuando se invierte y arriesga tiempo, empeño y recursos. Sin embargo, desde los mismos años 70 hemos visto la evolución de nuevas teorías, como la Responsabilidad Social Empresarial, el Valor Compartido,

Emprendimientos Sociales y otros, que le dan al capitalismo tradicional aristas de responsabilidad, en algunos casos más allá de lo que lo que Friedman hubiera tolerado. Ahora, con la transparencia que ofrecen (¿imponen?) los medios electrónicos, y con nuevas actitudes y expectativas de nuevas generaciones como los llamados “Millenials”, aumenta el clamor por negocios que engranan con la sociedad de una manera diferente.

El interés propio, propiamente entendido

Una crítica muy común hacia al empresariado es que somos gente “interesada”, como si eso fuera sinónimo de egoísmo o mezquindad. Pero pregunto, ¿Quién no es interesado? ¿Qué nos motiva a actuar, si no son nuestros intereses? Entonces, si el interés es algo natural y hasta conveniente para la sociedad, ¿Cuál es el problema de serlo?

La preocupación pareciera basarse en el supuesto que yo busco mis intereses a costillas de los demás. Si es así, mi único fin explícito, el de lucro, me pone como empresario en conflicto directo con mis clientes, colaboradores, proveedores, gobierno, medio ambiente y comunidad. Esa posición es caldo de cultivo para ataques constantes, culpando al sector privado de los males de otros.

Cada vez que hay un abuso laboral, ambiental o fiscal (no podemos negar que los hay), salen nuevamente los señalamientos hacia todo el sector privado, como si fuera una práctica natural de todo empresario. Yo sé que esa no es la generalidad, pero lo que yo crea importa poco si la percepción de muchos es otra.

Muchos empresarios hemos caído en cuenta que nuestros intereses, hasta el mismo del lucro sostenido, están entrelazados con los intereses de todos aquellos que forman nuestro ecosistema. Un ejemplo muy claro de esto es la inversión en capital humano.

Muchos dirían que los empresarios buscan siempre la mano de obra más barata, pero el sector privado es el gran capacitador del país junto a instituciones educativas, y el desarrollo profesional es un punto clave en donde coinciden intereses. Entonces toca, como todo en la vida, serlo y parecerlo – pensar activa y constantemente en los intereses de todos, no solo porque es lo correcto, pero también porque le conviene a la empresa. Este es el interés propio, propiamente entendido.

Cambiemos de Óptica

Entonces, me atrevo a proponer que revisitemos algo muy simple, pero a la vez muy poderoso – nuestro apelativo: “Empresa con Fines de Lucro”. Es mera semántica, lo sé, pero puede traernos un cambio de enfoque fundamental para ser competitivos en la era que se nos avecina. Entonces, dejemos de hablar de lucro, y comencemos a hablar de bienestar.  Hagámonos “Empresas con Fines de Bienestar”.

Esto no quiere decir renunciar al lucro, sino darles peso explícitamente a los intereses de aquellos que nos ayudan a generarlo. Cada día más empresas reconocen esta oportunidad, reconociendo la interdependencia que tenemos con todos los actores de nuestro contexto.

La llamada “Industria 4.0” traerá consigo mucha innovación, y muchos retos para nuestras empresas y para nuestro país. Tendremos que ser más productivos, más ágiles y más competitivos para competir en un mundo cada vez más cambiante.

Aquellas empresas que logren convertirse en verdaderas fábricas de bienestar, no solo serán las que mejor atraerán talento, clientela e inversionistas, sino que también mantendrán las relaciones de mayor confianza y más productivas con instituciones de gobierno, y con su comunidad. Imaginemos lo que podemos lograr si nos vemos y funcionamos como miembros de un mismo equipo, en vez de contrincantes. A mí me interesa, ¿y a ti?