Magaly pudo escapar de la esclavitud, pero no de ser violada

Los traficantes de personas esclavizan sexual y laboralmente a quienes ellos quieren, sin importar que los familiares de los migrantes hayan pagado bien por el viaje.

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Imagen de referencia. Foto/ AFP

Por Jorge Beltrán

25 November 2017

Aquel 6 de diciembre de 2012, cuando Magaly comenzó a hacer retiros de dinero, un hombre al que llamaban Don German, quien era motorista de Wicho y El Tío, se la llevó a su apartamento, ubicado en una esquina opuesta al restaurante de comida salvadoreña llamado El Papaturro. Ese departamento también funcionaba como bodega para inmigrantes. Allí recogieron a dos hombres inmigrantes. Fue en ese lugar que Magaly conoció a una mujer salvadoreña, aparentemente de La Unión, a quien también tenían como esclava.

Don German le dijo que esa mujer la iba a acompañar a otra bodega. Las llevaron junto a dos hombres hacia un hotel llamado Red Carpet, ubicado sobre la calle 59 en Houston, pues, las habitaciones de ese hotel a veces también funcionan como bodegas de inmigrantes.

En ese hotel conoció a una pareja de esposos traficantes de personas, un mexicano y una salvadoreña, conocidos como Los Tíos de la 59. Estos despachaban gente y la subían hacia Estados Unidos.

De ese hotel Red Carpet, Magaly trasladó a 14 inmigrantes hacia otro hotel Red Carpet, ubicado en la 55 avenida Sur, en Houston.

Durante los más de tres meses que estuvo trabajando obligada con Wicho y El Tío, Magaly conoció a muchos guías, entre estos el Tío de Mission y a la esposa de este, Ana, quienes usaban una boutique como fachada. Ambos recogían inmigrantes en McAllen y en Mission. Le avisaban a Wicho cuándo debía reservar habitaciones en el hotel Red Carpet y comprar comida, pues, en cada viaje movían no menos de 40 inmigrantes.

El Catracho y el Full, quienes guiaron por el desierto al grupo de Magaly, eran motoristas del Tío de Mission y Ana.

El 11 de diciembre de 2012, Magaly se encontraba en el hotel Red Carpet con un viaje de ilegales, cuando llegó Ana, o doña Ana, como le decían, quien le dijo que El Tío, dueño de las bodegas de inmigrantes de Houston, le había contado que la había encontrado abandonada en el desierto, que la habían rescatado y que para pagarles el viaje, estaba trabajando con ellos.

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 Doña Ana le propuso que para saldar más rápido la cuenta con El Tío, se fuera a trabajar con ella. Magaly tuvo que aceptar porque Wicho la presionó diciéndole que si no se iba con esa señora, podía hacer con ella lo que él quisiera… hasta desaparecerla.

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Ana, mujer del Tío de Mission, le dijo que le pagaría 200 dólares por cada migrante, para que los cuidara, hiciera y recibiera llamadas, y retirara dinero por cada uno de los retenidos. Magaly aceptó la propuesta porque Ana se la hizo frente a Wicho, pues, éste manifestó que había gastado bastante dinero para tratarle la rodilla. Pero eso no era cierto, porque ni Wicho ni nadie le dieron medicinas alguna vez.

Doña Ana le pidió a Magaly que le mostrara la rodilla; de inmediato le expresó que la iba a llevar donde un médico, pero Wicho intervino de inmediato diciendo que él la llevaría. Lo hizo, pero fue doña Ana quien pagó los gastos.

El día Magaly pasó consulta, el médico le pidió a Wicho que se saliera del consultorio, ya que era una consulta privada.

Una golpiza por ayudar al niño que halló en el desierto

En la bodega de El Tío, Magaly encontró al niño que había rescatado en el desierto a pesar de que los guías (Full, Mingo y el Catracho) se habían opuesto. El niño se sabía de memoria el número de teléfono de la mamá y Wicho quería extorsionarla, pidiéndole miles de dólares.

Cuando Wicho se ausentó, el niño le comentó que ese hombre había hecho varias llamadas a escondidas. Magaly le pidió a doña Ana que le hiciera el favor de intervenir para que el niño fuera entregado sin que extorsionaran a la familia.

Doña Ana habló con Wicho y este entregó al niño, pero se enojó muchísimo con Magaly.

Cuando regresaron al apartamento de Wicho, ahí estaba Estefany, también chófer de Wicho y El Tío; ella llamó a la mujer del Enano, y a Silvia, la cocinera de ellos, para que le dieran una golpiza a Magaly porque había comenzado a desobedecer. La golpiza era por haber intercedido por el niño.

Las tres mujeres la golpearon por dos minutos, hasta que Wicho las detuvo. Magaly quedó muy mal y desde ese quedó con una encía muy lastimada que, incluso, dos años después aún se mantenía inflamada.

Wicho advirtió que desde ese día, si él les daba de comer a los ilegales, Magaly iba a comer; si no, aguantaría hambre. Le pidió que guardara distancia con los ilegales porque si les contaba lo que estaba viviendo, le iría peor.

Magaly recuerda que desde que le dieron la golpiza, tenía el deber de ir al banco Wells Fargo a depositar dinero para doña Ana. Cuando hacía esto, Magaly se identificaba con su propio nombre, pues el banco se lo exigía, ya que le pedían sus documentos de identidad.

Wicho también la llevaba a la tienda de Rafael a que hiciera envíos de dinero hacia México, a nombre de su esposa María Angélica Jaramillo, de su hija, Guadalupe Macías Jaramillo o de la suegra, Cruz Guillén. Los envíos oscilaban entre los 500 y los mil dólares. Los mandaban hacia un lugar llamado Cueramaro, estado de Guanajuato.

Pero Wicho, cuyo nombre real era José Luis Macías González, también tenía una cuenta en el banco Chase de Houston, a la cual los familiares de los inmigrantes le enviaban dinero, pero no podía recibir más de dos mil dólares por día.

El traficante también hacía envíos de dinero a México, a nombre de su hijo, Jorge Luis Macías Jaramillo y de su esposa Fabiola, quienes eran ciudadanos de Estados Unidos.

Wicho llegó a un acuerdo con Doña Ana consistente en que si le tenía que pagar tres mil dólares a Magaly por el trabajo que hacía, se los tenía que entregar a él, pero no se los daba a ella; tampoco le daba comida.

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 Mientras tanto, la salvadoreña continuaba con su rutina: sacar el dinero que los familiares de los inmigrantes enviaban a través de giros bancarios y desde las 10:00 de la noche en adelante, recoger inmigrantes de las diferentes bodegas y llevarlos a los hoteles Red Carpet y a otro conocido como El Verde.

También se encargaba de reservar tres habitaciones en cada hotel: en una apilaban inmigrantes sin importar cuál fuera la cantidad, en otra guardaban la comida y en una más dormían los guías. En los registros de estos hoteles está el nombre real de Magaly puesto que se lo exigían.

Magaly sabía que en la habitación reservada para la comida, los guías y chóferes violaban a las mujeres inmigrantes que ellos quisieran. Estaba obligada a entregarles la llave de esa habitación a cualquiera de los guías o choferes que se la pidieran.

Otra de las tareas que Magaly realizaba era cuidar inmigrantes de otros coyotes con quienes solo mantuvo conversaciones telefónicas, entre estos recuerda al Changa, al Gringo, a Monterrey, el Gordote y el Padre. Todos ellos eran mexicanos. También cuidaba los inmigrantes de La Güera y doña Mary, la michoacana, a las que sí las conoció personalmente.

Cuando Magaly ya conocía por lo menos diez bodegas de El Tío en Houston, se le acercó una mujer a la que conocía como Norma Ramírez para preguntarle qué sabía de su familia; le dijo que iba a interceder ante El Tío para que pudiera hacer llamadas enfrente de ellos, aunque solo fuera para decirles que estaba bien, pero que no les tenía que mencionar lo que le estaba pasando.

Norma también le prometió que a escondidas de Don German tratarían de regalarle dinero para que le enviara a su familia en El Salvador. Dicho y hecho. Cuando Norma fue a hacer unos retiros, en una primera ocasión le regaló 300 dólares, luego 500 y hubo una tercera vez que le entregó 200. De ese dinero, Magaly envió 600 a El Salvador.

Mientras la salvadoreña continuaba cuidando inmigrantes, estos observaban cómo Wicho la maltrataba con palabras y golpes. En una ocasión un inmigrante al que llamaban Mateo le dijo que haría todo lo posible por ayudarle, aunque ella no pudiera contarle todo lo que había sufrido y por qué.

Mateo le decía que algo raro le estaba pasando por la forma en que la trataban. Desde ese día, a escondidas de los hombres armados que siempre la vigilaban, los migrantes le compartían comida.

A mediados de enero del 2013, El Tío y uno de sus motoristas al que llamaba Charlot, le comenzaron a exigir a Magaly que mandara a pedir a El Salvador la partida de nacimiento para poder tramitar el pasaporte o que si ya tenía el pasaporte, que lo mandara a traer. De esa forma le sería más fácil sacar mayores cantidades de dinero que enviaban como pago los familiares de inmigrantes.

También le exigieron que mandara a pedir a sus familiares en El Salvador, medicinas como antibióticos y vitaminas para tener qué darles a los inmigrantes.

Sólo para eso le permitieron a Magaly hacer una llamada a El Salvador. Eso ocurrió a mediados de enero de 2013. Después de eso El Tío le dijo que iba a viajar a Los Ángeles en compañía de Antonio, hijo de Charlot, para que fuera a la casa de su amigo a quien ella llamaba papá; a este le diría que estaba bien, pero que no se quería ir con él, que le permitiera por lo menos estar unos dos meses más en Houston y, luego, regresaría con él.

Ese viaje lo hizo en una ocasión en que Antonio llevaba un viaje de once inmigrantes de Houston a Los Ángeles. Tardaron más de tres días. Ella le ayudaba a manejar por ratos. Luego, de entregar a todos los inmigrantes, Magaly y Antonio llegaron cerca de la casa de su amigo.

Antonio le dio un teléfono para que le hablara a su amigo y le dijera que estaba en una gasolinera, que le iba a pasar al chofer para que lo ubicara por dónde estaba. Pasaron entre cinco y diez minutos para que su amigo, a quien Magaly consideraba su papá, llegara. Él le había financiado la mayor parte del viaje.

Antes de bajarse del carro, Antonio le dijo que se iría con su amigo, pero que se tenía que llevar un teléfono que le dio en ese momento desde el cual no podía hacer llamadas; de lo contrario, la iban a estar escuchando desde una computadora. Si contaba todo lo que le estaba pasando, llegarían a donde estaban a matarlos.

Cuando el amigo de Magaly se acercó a ella, Antonio lo llamó para decirle que pagara lo del “reiting”, que eran 850 dólares. Cuando pagó, se subieron al vehículo y se marcharon al negocio de su amigo donde comió y luego se fueron para la casa, distante unos cinco minutos.

No hay comida gratis

Ya en la casa, el amigo de Magaly le preguntó por qué se había tardado tanto en llegar, puesto que él había mandado cuanto dinero le habían pedido. También le dijo que al siguiente día, una pariente de él la iba a llevar a comprarle ropa, que él quería que se quedara trabajando en su negocio porque, a pesar de que la veía como su hija, debía trabajar para él unos siete u ocho años para descontar todo el dinero que le había pagado unos cinco mil dólares por el viaje a Toledo, el traficante salvadoreño.

En pocos minutos le hizo cuentas sobre el tiempo que Magaly tardaría en pagarle todo ese dinero y le dijo que él pagaba por hora a sus empleados y que no pagaba mucho, por tanto tendría que trabajar sólo para él sin tener que enviar dinero a su familia.

Magaly le respondió que vería cómo le pagaba todo ese dinero, que buscaría otro trabajo, pero el amigo le dijo que no, que tenía que trabajar solo en su negocio.

Aquella conversación se cerró. La llevó a una habitación y la dejó bajo llave diciéndole que era por su bienestar. Ahí pasó la noche. Al día siguiente llegó la esposa del amigo a quitar llave. Le dijo que se bañara y se preparara porque irían a comprarle ropa.

Antonio la seguía de cerca. Y mientras la esposa de su amigo pedía comida en un restaurante, Antonio se le acercó y le dijo que era el momento que empezara a hablar con su papá, es decir, su amigo, y le manifestara que no se quería quedar con él, que se quería regresar para Houston.

También le exigió que le dijera cuántas personas y qué cosas de valor había en la casa. Magaly le explicó que no sabía porque había dormido bajo llave en una habitación. Antonio la amenazó diciendo que tenía a su gente vigilando la casa y que ya sabía lo que le podía suceder si cometía alguna torpeza. Dicho eso, el hombre se retiró del lugar.

Comió con la esposa de su amigo, pero Magaly tenía mucho miedo. Luego fueron a comprar ropa.

En el camino de regreso a casa, la esposa de su amigo le manifestó que ella no era de su agrado, que no entendía la idea absurda de su esposo de querer adoptarla; le dijo que quizá él la quería como mujer. Le recalcó lo que había escuchado la noche anterior: tenía que trabajar con ellos para pagarle el dinero que habían pagado por su viaje, que no podría hablar con su familia por que no le iban a dar teléfono puesto que no iba a tener dinero para pagarlo.

La mujer también le dijo que no podría salir de la casa, que cualquiera de los dos la iba a llevar o traer del negocio, y que la única persona con quien podría tratar era con un hombre que vivía con ellos (al parecer sobrino de la pareja), que solo con él podría salir de la casa; le prohibieron tener novio, agarrarles dinero del restaurante y, por último pero con mucho énfasis, le advirtió que se mantuviera alejada de su esposo, que hablara con él lo menos posible.

Pero había más prohibiciones. No debía pintarse las uñas cuando fuera al restaurante, no debía maquillarse y que a los demás empleados en el restaurante no les debería decir que ella vivía con los dueños del negocio.

Al regresar a la casa, la mujer volvió a encerrarla bajo llave. Como a las tres horas de estar encerrada, tocaron la ventana. Por el vidrio vio que era Antonio. Este le dijo que ya habían escuchado todo lo que le habían dicho. Le exigió que le devolviera el teléfono y que se estuviera pendiente porque en diez minutos la irían a sacar. Antonio también le manifestó que su amigo, el que consideraba como su papá, venía en camino.

Al momento que Magaly le entregaba el teléfono a Antonio, abrieron la puerta de la casa. Era su amigo. Éste le preguntó si tenía alguna amiga que se llamara María, con lo que Magaly se asombró porque ciertamente tenía una amiga con ese nombre de quien le había hablado únicamente a Norma Ramírez.

Su amigo le dijo que esa tal María había llamado diciendo que venía a visitarla. Enojado le reclamaba por qué había llamado por teléfono diciendo donde estaba, si se lo habían prohibido. En esa discusión estaban cuando sonó el timbre de la casa. Al abrir vieron a una mujer como de 28 años a quien Magaly no conocía.

Pero como si la conociera, esa mujer saludó y le preguntó a Magaly cómo estaba, mencionándole el sobrenombre que El Tío le había asignado. La saludó de beso y le dijo “qué bien que llegaste ya donde tu papá”.

Su amigo le preguntó si deseaba algo. La mujer desconocida le dijo que quería un té. Cuando quedaron a solas, le dijo que toda la casa estaba rodeada por gente de Wicho y que la iban a sacar de allí, que tenía que decidirse entre irse con ellos o quedarse de esclava todo el tiempo que le habían dicho. Que además, iban a llevarse todas las cosas de valor de la casa. Cometerían un robo, pues, y ella quedaría como ladrona.

María le dijo que dentro de la propiedad, por unos árboles de mandarina, había tres hombres, cerca de donde estaban los perros, que primero se iba a ir ella y que como el portón estaba con llave Magaly se tenía que brincar la verja, que si en cinco minutos no salía, iban a entrar unos hombres a sacarla.

Cuando su amigo volvió con el té, María le dio las gracias; dijo que ya se retiraba y le pidió a Magaly que la fuera a despedir, pero ella se quedó en la sala de la casa. Cuando su amigo regresó le dijo que “viéndote bien, ya te has crecido; si te quedás vas a tener muchos privilegios”.

Magaly le dijo que hablarían después, pero su amigo le respondió que la iba a dejar bajo llave. En ese momento ella le pidió ir a cortar unas frutas; él se lo permitió. Fue en ese momento que se escapó. En una esquina estaba María y había cuatro vehículos en un callejón. En uno de esos las subieron y regresaron a Houston. Esto ocurrió en enero de 2012.

Ella volvió a las mismas tareas. Un día la enviaron con don German a una bodega a recoger migrantes, pero ninguno conocía la ubicación. Ella iba manejando y a pesar de que llevaban GPS, se perdieron. Pasaron como una hora perdidos.

Mientras buscaba el lugar, Wicho le llamó a Don German y comenzaron a discutir por las maletas que estaban en el vehículo. Wicho los guió por teléfono hasta llegar al hotel Red Carpet, y estando en el parqueo le propinó una golpiza. Nadie vio. En ese lugar solo había inmigrantes y narcotraficantes.

Luego, la metió a una habitación donde había más inmigrantes y continuó golpeándola, pero dos inmigrantes la defendieron. Wicho se calmó y se fue. Al siguiente día llegaron unos matones de Wicho a sacar a los dos jóvenes que la habían defendido. También los golpearon.

De regreso a la esclavitud

El día siguiente, Wicho estaba sacando unas sodas de un carro y lo había dejado encendido, por lo que Magaly se subió al auto y salió a toda velocidad; trataba de llegar a West Side. Luego la comenzaron a perseguir desde un carro de los mismos hombres del traficante. Ella alcanzó a hacer una llamada al 911 de un teléfono que Wicho había dejado en el asiento del carro.

Pidió que la ayudaran, les dijo que se había escapado del hotel Red Carpet y que un carro rojo con gris la perseguía para volver a atraparla.

El operador le pidió que se mantuviera en línea, que lo ubicara dónde estaba en ese momento. Ella le dijo que estaba sobre la West Side. Entonces, el operador le pidió que regresara sobre la calle siguiente para incorporarse al freeway de la 45 Norte y que en seguida la iba a alcanzar un carro patrulla para auxiliarla.

Ella le indicaba al operador a qué altura del freeway iba, pero luego se cortó la llamada y la patrulla nunca la alcanzó.

Ya para llegar a la propia ciudad de Houston, Magaly no supo para dónde agarrar porque hay muchas calles en forma de caracol, pero agarró a su derecha, queriendo salir por ese lado, pero al llegar a un semáforo que en ese momento estaba en rojo, la gente de Wicho la alcanzó.

Se la llevaron a continuar haciendo lo mismo durante unos nueve días más.

En esos días, del desierto llegó un grupo numeroso de inmigrantes, entre los que iban tres mexicanos. Uno de ellos observó todo el maltrato que le daban y disimuladamente comenzó a preguntarle cuál era su situación.

Esos tres hombres le aseguraron que la ayudarían, pero necesitaban que les dijera qué era lo que le estaba pasando.

Uno de ellos le dijo que andaba un lapicero, que se lo iba a dejar en el baño, que consiguiera papel y que escribiera lo que le ocurría.

Magaly escribió en una servilleta, que tenía mucho miedo, que aunque no la sacaran de ahí, avisaran a la policía. Y mientras Wicho estaba haciendo las listas de inmigrantes, uno de los mexicanos se acercó a ella para decirle que un amigo la iba a recibir en otro lado de Estados Unidos. Le proporcionaron el nombre; le dijeron que era un hombre muy bueno y que estaban seguros que la iba ayudar a salir de ese infierno.

En ese momento, Magaly le pidió al mexicano con quien hablaba que cuando saliera de la bodega le llamara a una amiga, le dijera que la llamara al número de teléfono que Wicho le había dado. Para eso le dio el número a ese migrante mexicano.

Cuando Magaly estaba coordinando la salida de los inmigrantes y le tocaba hacer la llamada al inmigrante mexicano, ella le pidió a Wicho que le permitiera a éste hablar directamente con el amigo que los iba a recibir al salir de las bodegas, argumentando que en vista que tenía que enviar el dinero de tres ilegales, no lo mandaría tan fácil si no los escuchaba por teléfono. Wicho aceptó.

El inmigrante mexicano le habló al otro en algún dialecto indígena diciéndole que la mujer que iba a hablar con él estaba en peligro, refiriéndose, por supuesto, a Magaly. Le pidió que le reconociera la voz porque ella le volvería hablar.

Luego Magaly habló con el amigo de los tres migrantes mexicanos para coordinar la forma cómo enviaría el dinero. Aquel le contestó que la mitad ya se la había enviado a Wicho, que ya habían arreglado entre ellos, y que el resto se lo iba a entregar a Don Charlot. Ella le dijo que en tres horas saldrían sus amigos.

Como a las tres horas, a Magaly le cayó una llamada de la amiga que vive en otro lugar de Estados Unidos a quien le manifestó que no se había podido ir. Wicho estaba enfrente y le arrebató el teléfono y habló con la amiga diciéndole que si quería que Magaly saliera de allí, que le mandara lo del “reiting”: mil dólares.

Wicho recibió el dinero y le prometió que en cuatro días la estaría recibiendo. Pero no fue así. Siguió esclavizando a Magaly.

Transcurrido los cuatro días, la amiga de Magaly le llamó a Wicho diciéndole que había tenido un accidente de tránsito y quería verla porque necesitaba sangre y otras cosas de ella, a lo que Wicho le respondió que se la iba a enviar pero solamente por dos días. La amiga lo increpó: por qué solo dos días, si ya le había pagado el “reiting” y era libre de irse.

Wicho le respondió que no le iba a dar explicaciones. Entonces, la amiga lo amenazó con echarle la policía.

Pero en esos mismo días, el inmigrante mexicano y su amigo también ya estaban echando a andar un plan para rescatar a Magaly.

Un día recibió una llamada del amigo de los inmigrantes mexicanos. Le dijo que le iba a pagar un pasaje en la terminal de buses El Expreso; que tenían que coordinar bien el día y la hora que iba a llegar. En ese momento Magaly no podía hablar porque tenía enfrente a Antonio, Charlot y Norma. Para despistar, le respondió que le iba a averiguar de su familiar para decirle cuándo tenía la salida y que le devolvería la llamada.

Se llegó el 20 de febrero de 2013.

Ese día, cuando los hombres armados que la cuidaban la llevaron a una tienda a sacar dinero, en Western Union y Money Gram le dijeron que ya no le podían dar dinero porque había una orden de investigación. Eso enojó a Wicho, al Tío y a mucha gente que la utilizaba para sacar dinero.

Entonces, ellos trataron de hacer una cita en el consulado salvadoreño para que Magaly obtuviera su pasaporte. Consideraban que con ese documento, le podrían continuar dando dinero en las agencias.

Norma o Doña Ana hicieron la cita, pero la dejaron para entre dos meses. Eso los enfureció más. Después de eso llevaron a una bodega en Houston donde la mantuvieron encerrada por una semana, mientras decidían qué hacer con ella.

Llegó marzo. Don Charlot llegó a traerla diciéndole que la iba a tener un par de días en su apartamento, que la situación estaba muy delicada porque ella ya sabía mucho. Este hombre la retuvo nueve días. Luego llegó Wicho y se la llevó a su apartamento y le dijo que en ese momento le iba a esconder todos sus documentos. Y allí la mantuvo varios días.

Y el momento más temido llegó

Wicho le dijo que todo se había salido de control y que tanto El Tío como Toledo habían decidido dejarla definitivamente en manos de él para que decidiera qué hacer con ella. Después de esconderle sus documentos, en el teléfono que tenía Wicho pero que Magaly siempre usaba, cayó una llamada del amigo de los tres inmigrantes mexicanos. El traficante de personas se la pasó a Magaly. Aquel le dijo que para los siguientes tres días había cupo en el autobús El Expreso. Eran los primeros días de abril.

Magaly le dijo que podía ser al siguiente día. El mexicano le dijo que podría reservarle para las 7:00 de la noche pero si estaba segura que saldría a tiempo. Ella, para matizar la conversación le dijo que con seguridad esperara a su familiar al siguiente día, que sin falta saldría. Se lo dijo así porque Wicho la estaba escuchando.

En ese mismo momento Wicho le dijo que estaba pensando qué hacer con ella, que ya no le servía para sacar dinero, sino que solo para transportar inmigrantes.

Fue en ese instante que también le manifestó que si la había respetado era porque estaba en manos de El Tío, pero que como Toledo no le había enviado el dinero, él se lo iba a entregar a El Tío.

Ese mismo día Wicho comenzó a maltratarla aún más, verbal y físicamente. Y ocurrió lo que Magaly había logrado evitar por mucho tiempo: La violó en uno de los apartamentos que solo él ocupaba.

Al día siguiente, la llevaron a un hotel a cuidar inmigrantes. Allí encontró a Norma y le contó que Wicho la había violado. Ella le dijo que la iba ayudar para que no siguiera sufriendo y con mentiras la sacó. Así, pudo escapar llevándose el teléfono que Wicho le había asignado para hacer las coordinaciones de tráfico de inmigrantes.

Finalmente Magaly llegó a su destino, donde ya la estaba esperando el mexicano quien se la llevó para su casa. A él le contó parte de lo que le había ocurrido. Para entonces, ya era la segunda semana de abril de 2013.

A los días, Wicho le llamó al teléfono que Magaly se llevó al escapar. Pero ella no quiso contestar. Lo hizo el amigo mexicano. Este le dijo que ya sabía el daño sicológico que le había ocasionado a Magaly y que no la volviera a buscar porque estaba lejos de él.

A mediados del 2015, Magaly se encontraba pendiente de un proceso migratorio para obtener una visa U o una T por haber sido víctima de delitos.

Hasta la fecha, no le ha contado a su esposo todo lo que sufrió. A él le ha dicho que tardó en llegar porque no habían enviado el dinero.