Relaciones sexuales por comida, el inicio como esclava de una inmigrante en los Estados Unidos

Una vez que los inmigrantes quedan en manos de quienes los guían por el desierto, estos hacen lo que quieren con ellos, desde esclavos sexuales hasta chóferes y secretarias.

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Imagen de referencia. Foto/ AFP

Por Jorge Beltrán

24 November 2017

Al poco rato de que el grupo de inmigrantes en el que iba la salvadoreña Magaly llegó a la casa rodante en la ciudad de McAllen, en Texas, Estados Unidos, se presentaron dos personas a quienes ella conoció sólo como Vladimir y el Enano. Con ellos iba Gladys, la hondureña.

Preguntaron si todos habían comido. Al unísono dijeron que no. Entonces, el Enano les propuso un trato: querían a ocho mujeres voluntarias para que fueran a tener relaciones sexuales con unos hombres que, a cambio, darían comida para todos. Como todas dijeron que no, Vladimir y el Enano comenzaron a seleccionarlas.

Escogieron a Magaly, a Concha, a otras tres mujeres salvadoreñas, y a tres más. Dijeron que si no accedían, pasarían días y días sin comer y no los iban a despachar para cruzar el desierto.

Magaly recuerda que a la esposa de un señor de Guatemala con un apellido extraño, que sonaba a indígena, la pusieron al lado de las ocho que habían escogido. Vladimir y el Enano les dijeron que lo pensaran bien y aceptaran por que, de lo contrario, llegarían los sujetos para los que querían a las mujeres escogidas. Estos eran narcotraficantes del cártel de La Familia Michoacana, gente muy peligrosa que, en dos minutos, podían llegar a la casa rodante y violarlas a todas.

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Ante esa presión, varias mujeres comenzaron a levantar la mano, entre estas una salvadoreña, a la que llamaban Concha (de unos 22 años), la esposa del guatemalteco y cuatro más. Vladimir y el Enano se las llevaron en una camioneta como a las 3:00 de la tarde y regresaron como a la medianoche de ese mismo día.

De regreso, llevaban comida en bolsas, una caja con pan, jamón, paquetes de tortillas y bebidas para todos los inmigrantes que estaban en la casa rodante. Las mujeres comenzaron a contar que las habían llevado a una casa, cerca de la casa rodante, en donde había muchos hombres tatuados, con aspecto de mafiosos. Cada mujer fue violada por dos o tres de los hombres. Luego, uno de ellos le dio dinero a Vladimir y al Enano para comprar la comida.

En ese mismo momento, Concha y Gladys expresaron que ya habían decidido: Concha le iba a pertenecer a Vladimir y Gladys al Enano, mientras estuvieran allí, refiriéndose a que al entregarse a los dos guías, no les faltaría comida.

La declaración de Concha sorprendió a Magaly porque la primera era quien la iba cuidando y no pagaba nada en ningún lugar al que llegaba, y en ninguna bodega le pedían dinero como hacían con los otros inmigrantes. Era pues, parte de la red de tráfico.

Se quedaría hasta que pagaran por ella

Lo que El Tío habló después le cayó como balde de agua fría a Magaly: Le dijo que él conocía a su papá, es decir, al amigo de ella que estaba en Los Ángeles, y que lamentaba decirle que de allí ya no iba a continuar el viaje hasta que Toledo decidiera que la despacharan, ya que éste les debía una gran cantidad de dinero. Hasta que no les pagara, no la iban a mover.

El Tío le dijo que por orden de Toledo, en ese momento sólo iban a mover a las dos salvadoreñas lesbianas y que más tarde llegaría un hombre a llevársela. El Tío le exigió que le entregara sus documentos, por lo que Magaly rompió la cola y se los dio.

Minutos después le dijo que ahí se iba a quedar y que iba a ser para él, que estaría a su entera disposición para todo lo que él decidiera hacer. Luego se retiró llevándose los documentos.

Al marcharse El Tío, un muchacho inmigrante se le acercó y le regaló un bóxer y una camiseta; éste también le dijo que trataría de conseguirle unas pastillas para el dolor de la rodilla. En ese instante regresó El Tío llevándole dos pastillas, pero le dijo que para tomárselas solo había sodas que costaban dos dólares, que si no llevaba dinero que viera cómo se las tomaba. Pero en la bodega no había más agua que la del tanque del inodoro.

Media hora después entró a la bodega un hombre a quien Luis llamaba Wicho. Luis le dijo que le tenía a Magaly. “Es el trabajo del que te había hablado El Tío y es la recomendada de Toledo”, le indicó.

La obligaron a que se levantara y caminara hacia la puerta. Era para que Wicho la observara.

“Miren nomás. Hoy sí se portó bien Toledo”, dijo Wicho.

Este le dijo a Magaly que afuera tenía la van y que en ese momento se iría con él a su apartamento. Ella solo atinó a preguntarle a Luis y a Wicho si tenían un par de zapatos para que se los dieran. Pero Luis le contestó que Wicho le compraría lo que necesitara, que se fuera descalza.

Como le costaba caminar con la rodilla golpeada, Guicho la ayudó a bajar. En la Van ya habían ocho inmigrantes más. Condujo unos cinco minutos y llegaron a una casa que está justo atrás del hotel Red Carpet. Todos los migrantes se bajaron y fueron al apartamento que Wicho les indicó.

Pero cuando Magaly se iba a bajar, Wicho le dijo que ella se estaría con él todo el tiempo que El Tío decidiera; que si Toledo no saldaba la deuda, ahí estaría toda una vida con ellos.

Magaly le respondió que si era por dinero, tanto su esposo en El Salvador, como su amigo en Los Ángeles, le habían dado dinero a Toledo, que no era justo. Wicho le dijo que eso a él no le importaba, pero que le quería decir que en la parte baja del apartamento estaba un hombre a quien le llamaban El Vecino, que era traficante de drogas muy peligroso, que esos apartamentos eran de la gente mafiosa de México y que al menor intento de escapar, la gente del Vecino no dudaría en atraparla, ya que tenía mucha gente alrededor.

Magaly comenzó a subir las gradas hacia un segundo piso donde estaba el apartamento de Wicho. Pero este se impacientaba, le gritaba insultándola y la jalaba.

Cuando por fin llegó al apartamento, el traficante le dijo que se sentara junto a los demás migrantes, que eran como 45.

Wicho les dijo que comerían hasta el siguiente día, pues, ya era muy noche para ir a comprar. Cerró la puerta con llave y se fue. Allí quedaron Magaly y los 45 durmiendo en el piso.

Al día siguiente, como a las 9:00 de la mañana, Wicho salió de su habitación y le dijo a Magaly: Ha llegado el momento de hablar seriamente. Véngase para mi habitación. Magaly le dijo que no quería, pero el hombre le dijo que era para su bien. Cuando llegó al cuarto, éste le dijo que se sentara en la cama. Y de la bolsa del short que el hombre andaba extrajo los documentos de Magaly: la licencia de conducir y el documento único de identidad.

Wicho le manifestó que por orden de El Tío tenía que empezar a sacar de Western Union y de Money Gram, el dinero que enviaran los familiares de los inmigrantes que estaban allí en el apartamento.

Magaly tenía que hacer llamadas a dichos familiares haciéndoles ver que sus parientes inmigrantes estaban ahí; tenía que coordinar los envíos de dinero, salida y entrada de inmigrantes. Wicho le explicó que en ese momento saldrían a comprarle ropa y un teléfono a un centro comercial.

 

Prueba a lo rápido y furioso

Pero eso no era todo. Wicho le indicó que en cuanto salieran de la tienda donde le comprarían el teléfono y la ropa tenía que subirse a una camioneta Ford Expedition color rojo. Ella la manejaría y Wicho iría como copiloto, que la llevaría a un lugar donde otros hombres la comenzarían a seguir, aunque en palabras de Wicho, era corretear.

Magaly tenía que manejar, escaparse de esos sujetos, dejarlos perdidos.

Tomaron una calle de nombre West Side, en Houston, donde hay un almacén de nombre Fallas Paredes. Allí le compró la ropa; Wicho le dijo que saliera vestida de una vez.

Al salir del almacén, Magaly se subió a la Ford Expedition de la que Wicho le había hablado. Buscaron la calle 10 y 45 Sur de Houston. El hombre le dijo que de repente iba a aparecer un carro azul, que era el que la iba a perseguir, que si dejaba que le atravesaran el vehículo la iba a pasar muy mal en el departamento.

Si los del carro azul la alcanzaban, una de las mujeres que trabajaba con ellos iba a decidir entre cuántas la golpearían.

A poco de escuchar la advertencia, Magaly vio por el retrovisor que apareció el auto azul. Como era una autopista, Magaly aceleró. De 45 millas en cuestión de segundos alcanzó las 80 millas por hora. A pesar de ello, el auto azul se le acercaba pero ella los esquivaba alternando carriles, llegando a las 100 millas por hora.

Wicho no le dijo nada. Dejó que Magaly hiciera lo que quisiera. Y tras muchas maniobras, logró perder al carro azul. En diez minutos estaban de regreso en el centro comercial de donde habían partido.

Wicho, entonces, le llamó a El Tío para decirle que había tenido buen ojo. Que era cabrona para manejar y que se iban a quedar con ella y que a partir de ese día la enviarían a diversas bodegas que tenían en Houston, a recoger migrantes, pero que nunca la dejarían andar sola, sino con uno o dos hombres armados guiándola y vigilándola. Éstos tenían la orden de dispararle a la menor sospecha de querer escapar.

Magaly le preguntó a Wicho por qué querían hacer eso, que ella no quería meterse en esos problemas. La respuesta que le dio fue que hasta que Toledo solventara el problema del dinero que les debía, ella permanecería con ellos haciendo lo que le indicaran.

De regreso en el apartamento de Wicho, éste le entregó el teléfono. Era de una compañía llamada TMóvil. Luego le dio una lista manuscrita con aproximadamente 50 nombres de familiares de inmigrantes a los que tenía que llamar. Todos esos datos son proporcionados por los mismos migrantes. De todos esos números, en ese mismo momento tenía que llamar a unos 20. Era el 6 de diciembre de 2012.

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850 dólares por rating

Wicho le explicó a Magaly que ellos cobran 850 dólares por algo que ellos llaman “raiting”, que consiste en llevar a cada inmigrante a su lugar de destino. De esa cantidad piden un adelanto de 500 depositados a través de Western Union o de Money Gram y el resto lo exigen cuando entregan al inmigrante a sus familiares.

Por ese trabajo, Magaly tuvo conocimiento de los números de teléfonos de líderes de bodegas, números de coyotes, guías y motoristas.

Cuando de un teléfono habían hecho muchas llamadas, Wicho simplemente lo descartaba y compraba otro de distinta compañía.

Las llamadas que hacía eran para distintos estados y ciudades: Nueva York, Maryland, Arkansas, North Carolina, South Carolina, Filadelfia, Washington, DC., Seattle, Los Ángeles, y muchos más.

Magaly se identificaba con el nombre falso que El Tío le había asignado, decía a los familiares que estaba cuidando a su familiar, les daba el nombre de éste, que ya se encontraba en Houston esperando la salida, pero que tenían que enviarles 500 dólares en remesa y otros 350 cuando se lo entregaran.

El dinero lo ponían a nombre de Magaly y ella lo retiraba en diferentes sucursales de MoneyGram y de Western Union, pues en algunas agencias de éstas empresas solo se puede retirar un envío por día, pero en un negocio llamado Rafael´s Jewerly, propiedad de un mexicano de nombre Rafael, se podía hacer varios retiros por día, debido a que el dueño ya estaba al corriente que eran envíos de familiares de inmigrantes.

En ese negocio, Magaly llegó a retirar hasta siete mil dólares por día, durante más de tres meses, desde el 6 de diciembre de 2012 hasta aproximadamente el 10 de abril de 2013. Del negocio de Rafael, Magaly retiraba tanto dinero que en una ocasión aquel dijo a Wicho que ya no le podría seguir permitiendo retiros porque ya lo estaban investigando.

La dirección que Magaly daba cuando hacía los retiros era 1121 Elliot, Houston, Texas, 77023. Esta dirección es de otra bodega en Houston, donde guardan inmigrantes.