Chapeltique, uno de los municipios que el Plan El Salvador Seguro ignoró

Los 50 municipios en los que se implementa el plan fueron elegidos con base en indicadores de violencia de 2014 y no se tomó en cuenta la presencia de pandillas.

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Lunes 9 de octubre de 2017 Chapeltique, uno de los municipios de San Miguel donde seg?n cifras oficiales hay mayor Ìndice de deserciÛn escolar y donde tambiÈn hay mayor cantidad de jovenes muertos. entre ellos Antonio Zelaya SolÌs un joven de 17 aÒos que fue asesinado en el 2016 por ser presunto pandillero. Foto EDH: Menly Cortez.

Por Karla Arévalo

11 December 2017

-Sí, aquí vivió Josué. Lo dice la abuela del joven en un cuarto de adobe y tierra, que sirve para todo: dormir, cocinar y llorar. Aquí vivió Josué. Aquí, con el cuaderno sobre un taburete de madera desvencijado hizo sus tareas, molestó a su hermana y varias veces dijo “abuela, al suave”, cuando lo regañaba. En el patio, descalzo y sin camisa, rajó leña, jugó con el perro y correteó a las gallinas. Hasta aquí llegó, golpeado y tembloroso, con la ayuda de un mototaxista que lo encontró perdido en un camino vecinal.

Josué venía de visitar a una amiga en el caserío Tamera, del cantón Hualama, en el municipio de Chapeltique, cuando unos hombres con trajes camuflados lo detuvieron, le ordenaron desnudarse, lo torturaron y le gritaron:

-¡Corré! ¡Corré lo más que podás, hijueputa! ¡No regresés, porque si regresás te vamos a matar! Josué, su hermana y su madre denunciaron lo ocurrido ante la Procuraduría para la Defensa de Derechos Humanos. Dos semanas después, Josué fue a ver a otra de sus amigas. Esta vez, lo detuvieron unos hombres de traje azul oscuro y placa a un costado. Le dispararon y lo abandonaron.

A los minutos, un carro patrulla de Chapeltique lo encontró malherido y lo llevó al hospital San Juan de Dios de San Miguel, donde su madre y su hermana llegaron demasiado tarde. Josué había muerto.

En el centro escolar donde el joven jugaba al fútbol, también dibujaba garabatos fingiendo tomar apuntes y siempre se distraía en la clase de matemáticas. El director asegura que los estudiantes son tranquilos, que ninguno es pandillero. Pero en los baños de la institución, sin ninguna censura, se lee: “MS”.

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-Si uno no se mete con nadie, no le pasa nada. Habla Carlos, un joven que trabaja en la alcaldía municipal y se siente seguro en el casco urbano de Chapeltique. Él cree que “donde es crudo es en los cantones”. Un docente que no será identificado por seguridad coincide con él. El cantón Los Amates, y los caseríos Los Zelaya y Papalones “son lugares a los que usted ya no se puede meter”. Lo mismo ocurre con los caseríos Pajigua Arriba y Pajigua Abajo, en Morazán, entre Chapeltique y Guatajiagua. “En toda esa zona usted ya no se puede ni asomar. Si entra con el vehículo y los cipotes (pandilleros) están en bicicleta y lo ven… usted tiene que parar o irse por otra calle”. Entre los lugares donde dicen los habitantes que no se puede entrar no está El Rodeo, el solitario cantón donde vivía Josué antes de ser asesinado.

Para la Organización Mundial de la Salud una tasa de 10 homicidios por cada 100 mil habitantes es una epidemia. En Chapeltique esa tasa ha crecido y decrecido drásticamente en un lapso de 6 años. En 2011 fue de 70; en 2013 y 2014, de 35; y en 2016, de 226. Mientras que la tasa de asesinatos de niños y adolescentes en 2016 fue de 87 por cada cien mil habitantes. En Chapeltique asesinaron a un menor de edad en 2014, a ninguno en 2015 y en 2016 a diez.

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Pese a ello, ni Chapeltique ni otros municipios con altas tasas de homicidios fueron incluidos en el Plan El Salvador Seguro. Este plan, creado por el Consejo Nacional de Seguridad Ciudadana y Convivencia, eligió 50 municipios para activar un plan de seguridad como respuesta ante la epidemia de violencia que dejó el año más violento para El Salvador, después de la guerra: 2015, el cual dejó 6,670 homicidios.

La calle que lleva desde el casco urbano de Chapeltique hasta El Rodeo es la misma que va hacia Sesori. Una calle de asfalto que se corta abruptamente cuando se intercepta con el desvío al cantón y se convierte en un camino agreste que parece llevar a ningún lado. Ahí, en una encrucijada está un vendedor de cocos, quien se ríe ante la pregunta de si sabe dónde vivía Josué. Señala un camino aún más estrecho. Sus gestos hablan: por esta vez se puede entrar a su cantón sin el peligro de no salir. El camino lleva a la champa de adobe desde donde habla la abuela. La hermana de Josué agrega: “Tenía amigos… ya sabe... pero pandillero no era”.

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