La angustia de una abuela ante la no extensión del TPS

Aún enfrentando el temor de perder el TPS, Irma Flores atiende a inmigrantes salvadoreños y de otras naciones que urgen de apoyo en Estados Unidos.

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Por Xenia González Oliva

05 January 2018

La nieta de Irma Flores escribió una carta. Normalmente las cartas que escriben los niños están llenas de espíritu navideño y nombres de juguetes, pero esta carta no era así. Las letras elaboradas con el esfuerzo y concentración de una niña de seis años estaban dirigidas al presidente Donald Trump, pidiéndole que por favor no obligue a su abuelita a dejar su casa y regresar a El Salvador, porque quiere tenerla a su lado todo el tiempo que sea posible.

El sentimiento plasmado en la carta no es extraño para Irma, el miedo y la urgencia por una esperanza lo ve todos los días durante su trabajo en la alcaldía de Somerville, una ciudad relativamente pequeña con una importante población de inmigrantes, ubicada cerca de Boston, en Massachusetts. Buena parte de los días de Irma están dedicados en ser el enlace entre la comunidad inmigrante que habla español con el alcalde de Somerville, Joseph Curtatone.

Irma ha sido testigo de cómo a los problemas que enfrentan a diario las familias de inmigrantes se les ha sumado la angustia de ir perdiendo más oportunidades, como las que brinda el programa de Estatus de Protección Temporal (TPS, por sus siglás en inglés).



Ella también lucha contra su propio temor. En 2001, tras el primer terremoto que devastó El Salvador, Irma viajó a Estados Unidos donde logró ampararse bajo el TPS, junto a sus dos hijos, en ese entonces, de 11 y 6 años.

Cada día, Irma intenta no asomarse al abismo de consecuencias que llegarían para ella y su familia si se llega a cancelar el TPS para el país.

Aún así, su nieta ha captado la intranquilidad que se les ha escapado como suspiros ahogados a los adultos del hogar. Durante la cena navideña, sobre la familia se mantenía la pregunta de si esa sería la última Navidad en la que pasarían todos juntos.

A veces Irma también tiene momentos en los que nota detalles de su rutina que pronto podrían estar en riesgo. Por ejemplo, su licencia de conducir se vence su cumpleaños, sin el TPS no tendrá permiso de trabajo y sin ese documento no podrá conducir.

“Después de 17 años uno está tan involucrado en la vida aquí que esas pequeñeces no las había pensado. ¿Qué va a pasar?”, comenta.

A inicios de esta semana, la pregunta “¿qué va a pasar?” se repetía entre Irma y otra salvadoreña que ya enfrenta un proceso de deportación. En su oficina de la alcaldía están intentando darle toda la ayuda legal necesaria, ya que ella tiene un hijo nacido en Estados Unidos. ¿Qué va a pasar con él cuando ella no esté? ¿Qué va a pasar si decide dejarlo?

“Es una posición difícil porque, ¿cómo puedo yo decirle no se preocupe? No puedo yo decirle no se preocupe si las familias están enfrentando esa situación”, dice.

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