La muerte acecha a los niños salvadoreños desde los 13 años

En un periodo de ocho años, 33,721 personas han sido asesinadas en El Salvador. La mayoría de víctimas son jóvenes que apenas llegan a cumplir los 25 años

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La mayoría de las víctimas de la violencia son adolescentes y jóvenes.

Por Xenia González Oliva

11 April 2017

El período de los 17 a los 25 años es el más cercano a la muerte para los salvadoreños. Desde enero de 2009 hasta diciembre de 2016, de los más de 33 mil homicidios registrados por el Instituto de Medicina Legal (IML), hubo 13,767 víctimas en ese grupo de edad. La edad de 20 años es la que más se repite en la lista de las víctimas.

La adolescencia es una etapa difícil para todos, pero para los salvadoreños implica la amenaza de que, a partir de los 13 años, aumenten las posibilidades de convertirse en una víctima más de la violencia.

De acuerdo a los datos proporcionados por el IML, 188 niños fueron asesinados entre 2009 y 2016. Entre las víctimas hubo desde bebés menores de un año hasta niños de 12 años. Son 133 las víctimas de 13 años. Las víctimas de 14 año fueron 346. Además, hubo 728 adolescentes de 15 años asesinados y 1,036 de 16 años.

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Los asesinatos aumentan de forma alarmante y siguen cegando vidas jóvenes. “Definitivamente entre esas edades, principalmente de los 17 a los 25 años, están la mayoría de las personas asesinadas”, concuerda un perito de Medicina Legal, que pidió ocultar su identidad para esta publicación.

Al ser consultado, el jefe de una delegación la Policía Nacional Civil (PNC), quien también pidió no revelar su nombre, expone que la mayoría de los que mueren en ese rango de edad son pandilleros. “La vida del pandillero es una vida bien difícil. Lo mata la pandilla rival, lo mata la misma pandilla. Lo mata el ciudadano que está cansado o lo mata la policía enfrentándose con él”, sostiene.

En sus décadas de experiencia ha sido testigo de cambios dentro de las pandillas. Dice que hasta hace unos años “la pandilla se concentraba en reclutar a muchachos de 15 años en adelante”, en cambio recientemente ha “llegado a reclutar a niños de 8 a 9 años”. El oficial de la PNC explica que esto ha llevado no solo a que cada vez haya más menores de edad convertidos en sicarios, sino también en víctimas.

Al mismo tiempo, la situación se vuelve difícil, en algunos casos insoportable, para el resto de adolescentes y jóvenes que no son parte de las pandillas, pero que solo por encontrarse en ese rango de edad corren el riesgo de ser asesinados. “La edad que están atravesando es un riesgo, muchas veces se ven obligados a pertenecer a la pandilla”.

El oficial señala que solo en el municipio donde él trabaja, en el departamento de San Salvador, ha conocido muchos casos de jóvenes asesinados porque no accedieron a ser parte de la pandilla. “También los matan porque no accedieron a ir a traer la renta o si son niñas porque no accedieron a ser mujeres de ellos”, agrega.

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En el caso de los niños más pequeños, usualmente suelen ser víctimas circunstanciales al encontrarse cerca de la persona a quien estaba destinado el ataque. El policía recuerda el caso de un pandillero que tenía entre sus brazos a su hijo, un bebé de apenas seis meses, cuando varios hombres lo rodearon y le dispararon.

“Podrá haber sido el enemigo para ellos, pero cuando uno pierde ese sentimiento por esa criatura... La pandilla hasta en eso ha mutado. Y nuestros niños se han visto afectados en esto”, lamenta.

En el Hospital Bloom la cantidad de los niños atendidos por lesiones de arma de fuego se mantuvo relacionada a la cantidad de homicidios cometidos. Al igual que ocurrió con los asesinatos, la cifra de egresos por ese tipo de heridas bajó de forma considerable en los años 2012 y 2013, cuando hubo 13 y 20 casos, respectivamente. En el 2015, el año en que la tasa de homicidios del país llegó a ser de 103 por cada 100,000 habitantes, el Bloom llegó a recibir 41 niños lesionados con balas.

En estos casos persistían las circunstancias de niños que eran cargados por sus padres o familiares cuando ellos fueron atacados con armas de fuego. O se encontraban en el mismo cuarto y fueron alcanzados por las balas al momento del ataque.

Para el jefe de delegación policial consultado, la situación es compleja, sobre todo al tomar en cuenta que cada vez es menor la edad de los niños que son involucrados en este tipo de grupos, lo que implica que también podrán convertirse en víctimas mortales. “Tenemos que actuar como Policía, como familia también, para no permitir que a los niños se les robe la inocencia y sean introducidos a las pandillas”.

Libre circulación de las armas de fuego

De todos los municipios del país, San Salvador se encuentra a la cabeza con la mayor cantidad de homicidios registrados. En ocho años, 2,483 personas han sido asesinadas en el municipios. Del total, 1,950 fallecieron tras ser atacadas a balazos. Aunque se mantiene en el puesto 22 del listado de tasas de homicidios por mil habitantes, con una tasa de 1.74.

En todo el país, durante estos ocho años, 25,444 víctimas, fueron atacadas con armas de fuego.

Pandillas burlan control de armas de fuego

La aparente facilidad para obtenerlas se mezcla con la facilidad para usarlas. “Para matar a alguien solo se necesita un balazo (...) Pero también te encontrás con alguien que tiene 84 disparos, es una situación de odio”, manifiesta el oficial de la PNC.

El perito de Medicina Legal expone que, en su experiencia, es más frecuente ver a víctimas con múltiples heridas y son pocos los casos en los que el cuerpo que examinó solo tenía un disparo en la cabeza. “He contado hasta 40 orificios. Hay un colega que ha contado hasta 60 orificios”.

Desde un punto de vista criminológico, las armas usadas y dónde están las heridas pueden tener un componente emocional.

Señala que esto se observa más en los homicidios cometidos con armas blancas, en la mayoría de los casos las heridas son en la cara y tienden a ocurrir más en contextos de violencia intrafamiliar.

“Las heridas en la cara significan una idea vengativa. Las pandillas utilizan más las armas de fuego”, dice el médico.